domingo, 10 de enero de 2016

Continuando mi discontinuidad

"Pero en definitiva… No puedo más, y sé que si sigo en esta situación en cualquier momento ocurrirá una “desgracia”."

Esta fue la última frase que escribí en mi anterior publicación, hace más de dos meses. Acerté en tal predecible afirmación tal como acerté en la que expresé que podría dejar de escribir este blog cualquier día, ya que la constancia y la perseverancia no son mi fuerte. Y aquí me tenéis, semanas y semanas después con tantas cosas que contar que mis ganas de hacerlo no son muchas. Tampoco jamás se me a dado bien resumir, de manera que dejaré que mi escasa motivación para explayarme y detallar sea quien haga escasear en información poco relevante lo que os voy a contar.

Poco después de escribir la frase con la que he empezado hoy esta entrada empecé a tener algunas alucinaciones auditivas y visuales. Cuando estaba en el trabajo escuchaba que mis jefes hablaban tras de mí (justo donde está la puerta de entrada a la "cabina" donde me encuentro trabajando como peluquera canina). Cuando me giraba para responder no había nadie. Escuchaba que me llamaban, escuchaba que el teléfono sonaba más veces de las que realmente lo hacía. Veía tras el cristal que tengo a las espaldas que alguno de mis jefes venía hacia la puerta de dónde me encuentro, y cuando me giraba para atenderle tampoco había nadie. Todo esto lo dejé pasar sin más importancia porque sabia que estaba pasando un mal momento y no tenía ganas de darle vueltas a un nuevo "problema".

Al cabo de unos días, en mi hora de la comida, estaba con mi hermana en el comedor de mi casa y escuché como ella cabreada me echaba "bronca" porque no escuchaba la televisión con el sonido de mi ordenador. Yo le contesté mal porque verdaderamente fue un momento breve en el que mi ordenador molestó y me parecía fuera de lugar tanta queja. Para mi sorpresa y la suya, cuando la miré tenia una cara extrañada (de "pokerface" que dirían algunos) y me dijo que no había abierto la boca. Me eché a reír (de manera que no sé como describir) y le dije que en ese caso, perdón por haberle "contestado" gritando. Fue ahí cuando le expliqué que llevaba semanas escuchando y viendo cosas que podrían pasar en la vida real, pero que no pasaban.

Fui a urgencias de psiquiatría y ya ni recuerdo qué me dijeron esa vez, y me da pereza esforzarme en recordarlo. Lo único que tengo claro es que me sugirieron que retomase la medicación que había dejado por mi cuenta hacía tiempo, y así lo hice. Volví al escitalopram y seguí mi rutina.

Al cabo de pocos días de esto y después de un par de alucinaciones seguidas (como las que he contado anteriormente) sufrí un brote (crisis, como le queráis llamar) en plena jornada laboral. Mi mente se bloqueó y como consecuencia de ello mi cuerpo se oxidó sin necesitar muchos segundos. No pude seguir haciendo aquello que estuviera haciendo, ya que si no puedes pensar qué debes hacer, no tiene sentido alguno hacer. De golpe no sabía ni que acababa de hacer, ni qué tenía que hacer, ni entendía nada. Me costaba razonar y me sentía mareada. Acudí a mi jefa a decirle lo que me ocurría y por suerte, ya que tengo unos buenos jefes que son comprensivos, enseguida me ayudó a llamar a mi padre para ir a urgencias y cubrió mi puesto laboral.

Ese día no recuerdo muy bien nada la verdad, estaba desorientada y perdida, muy disociada y lenta. Fuimos a urgencias y no recuerdo qué me dijeron. Sé que pedí hora con mi psiquiatra para al día siguiente o así (creo) y él me dijo que cogiera la baja mínimo dos semanas. También me recetó quetiapina, diazepam (que ya tenía, pero en este caso para tomarlo de manera continua) y me subió la dosis de escitalopram. Y ahí teníamos a la "antidrogas legales" drogándose con antipsicóticos, antidepresivos y ansiolíticos. Pero eh, me fue muy pero que muy bien. La quetiapina me dejaba sopa y dormía como un lirón, ya que llevaba un tiempo sin poder dormir casi, y lo poco que dormía lo dormía mal. De hecho, tuve una crisis de pánico por la noche poco antes del brote. Con mis nuevos aliados farmacéuticos descansaba y flotaba en una nube. No prueben esto en sus casas.

Al cabo de dos semanas estaba recuperada y trabajando. Y sin necesidad de pedirlo, mis jefes me propusieron que si tenia necesidad podía reducir mi jornada laboral (a mi voluntad) con opción a subirla cuando quisiera. Y por supuesto, pensé en mí y en mi salud: ahora trabajo 32 horas semanales y me siento mucho mejor. No es una media jornada de 20h ni son 40h, con lo cual se podría decir que he tomado una decisión integrada que me hace sentir bien. A veces es importante no estancarse en los extremos y aprender a relativizar y actuar de manera integrada. Sin tirar la toalla pero sin olvidar tus limitaciones y necesidades. Sé que se dice rápido.

Por último añadir que solo uno mismo sabe lo que necesita para sí. También que no todo es blanco y negro. Y que a veces no es necesario llegar a una crisis o una situación grave para poner soluciones, por mucha presión externa que tengas: quiérete. Ah, y por último, añadir que me han hecho contrato indefinido en la peluquería canina :)

¡Feliz 2016!



3 comentarios:

  1. Me alegro de que estés mejor. Fíjate cuánta gente hay a tu alrededor que te quiere y cuida de ti. Cuando todo se desmorona, piensa en ellos, pide ayuda, déjate arropar.

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