lunes, 25 de febrero de 2019

Me había imaginado



Ayer por la noche en el canal TV3 dieron un reportaje llamado “Sense batec” (Sin latido) al cual debo agradecer haberme dado las fuerzas que me faltaban para dar un paso más y escribir en mi blog el por qué llevo casi un mes de baja laboral.

El día 27 de diciembre, siendo mi primer día de retraso, el test dio positivo. Las ganas de ver ese resultado me llevaron a hacerme días atrás varios tests más antes de que estos pudieran detectar la hormona GCH, es decir, la hormona del embarazo.  Por fin empezaba enserio la aventura que años atrás no pude empezar. Por fin, después de esperar impaciente el momento adecuado y de haberme preparado a nivel emocional y físico meses atrás, se materializaba mi sueño. Toda planificación fue poca para que llegado el momento mi salud mental estuviera cubierta con una medicación teóricamente no perjudicial para el futuro bebé: el cambio del escitalopram a la fluoxetina.

En el mismo momento que vi el positivo la mente empieza a crear una especie de recuerdos futuros. También empieza a crear miedos. Empieza a crear dudas de algo de lo que estás al cien por cien segura. No pasa nada, mi pareja y yo teníamos suficiente ilusión como para equilibrar la balanza.

El día 6 de enero, estando de aproximadamente seis semanas, dimos la noticia a nuestra familia. Ese fue nuestro principal regalo de reyes. Habíamos preparado maneras divertidas y sorpresivas de decirlo, con los nervios y las ganas que una persona prepara el primer regalo que le hace a su pareja. La respuesta no fue menos.

Mucha gente espera a que pase el primer trimestre para dar la buena nueva, por eso de que el índice de abortos espontáneos los tres primeros meses es elevado. Yo no lo comparto en tanto que hice la reflexión de que si pasaba algo que no quería ni pensar que pudiera pasar, ¿a caso debía sufrirlo en silencio? ¿Si nuestro embarazo sale mal debe ser un secreto? Si tan alto es el porcentaje de abortos en el primer trimestre, ¿por qué motivo se trata como un tema tabú?

Así pues, nuestra familia y amigos más íntimos compartían con nosotros el momento a partir de la sexta semana de gestación. Por otro lado, debido a los pronunciados síntomas que tenía, también lo expliqué en el trabajo: me encontraba fatal, a medida que pasaban los días iba con más frecuencia a vomitar al lavabo a primera hora de la mañana. ¿Qué tengo que esconder y más a mis colegas de profesión que como trabajadores sociales deben entender perfectamente que eres libre de quedarte embarazada independientemente del trabajo?

Todo iba bien o mejor dicho todo estaba dentro de la normalidad. El cansancio, las hormonas y el malestar físico se aliaban a menudo con mis problemas de salud mental para hacerme sentir triste, sin energías y obsesiva. No pasa nada, estaba preparada para ello. Me había preparado para ello con mi psicólogo y con mi psiquiatra. Mi familia nos apoyaba. Mi pareja estaba a mi lado.

A la octava semana de embarazo, pese a todo esto, no podía con mi cuerpo. Vomitaba todo el día y, además, debido a la Fluoxetina no podía tomar más que alguna pastilla puntual de Cariban (medicación para aminorar las náuseas y los vómitos), ya que hacían una leve interacción. Así pues, empecé a tomar Cariban solamente para poder levantarme por la mañana e ir a trabajar, pero ni de esa manera me encontraba en condiciones de trabajar. Más, teniendo en cuenta que mi trabajo actual es de trabajadora social en el área de dependencia, es decir, no solamente estoy en una oficina sino que a diario hago una media de dos o tres domicilios a usuarios y, como es normal, no me seducía la idea de ir a vomitar al lavabo de personas que terminan de verme por primera vez. Por otro lado, ya sabéis las personas que sufrís o habéis sufrido un trastorno mental que cuando además sientes malestar físico, el malestar emocional se acentúa bastante (si incluso ya se acentúa a menudo en personas que no sufren ningún tipo de trastorno).

Así pues, un día que no logré ni vestirme para ir a trabajar porque no podía parar de vomitar, llamé para informar a mi jefa y fui al médico. Me dijeron que estuviera por lo menos una semana de baja, cosa que no me hizo demasiada gracia ya que siempre me he implicado mucho en mis trabajos y me genera ansiedad pensar qué deben pensar mi jefe/a o compañeros/as de que falte. Pese a todo, la doctora me insistió hasta convencerme de que tanto para mí como para el bebé era mejor que me tomara un descanso. Así pues le hice caso y cogí la baja.

Si eso debió ser un lunes, el jueves mi pareja y yo teníamos la tercera ecografía (puesto que el seguimiento nos lo hacían por mutua y nos daban visita con frecuencia). Tenía muchísimas ganas de que llegara ese día ya que por primera vez escucharíamos el latido de nuestro bebé. A la vez, tenía un miedo terrible, ya que mi baja autoestima me decía que yo era incapaz de engendrar algo tan complejo e importante como es una persona.

Llegados el día mi pareja salió antes del trabajo y asistimos a la consulta. Yo estaba tan nerviosa que tuve que pedir unos minutos más a mi ginecóloga antes de empezar, para poder ir al baño. Después, nos preparamos y empezamos la ecografía. Cuando vi la cara que ponía la ginecóloga al mirar la pantalla me dio un vuelco el corazón y me quedé seria de golpe. Dijo que había algo que no le convencía de lo que veía. Delimitó el corazón del feto y pudimos escuchar por primera su latido, sin saber que iba a ser la única vez. Me emocionó mucho escucharlo, yo iba mirando a la pantalla, a la cara de mi pareja y a la cara de la ginecóloga esperando ansiosa que me explicara qué era lo que no le convencía.

En el monitor se veía la cabecita, se veían ya lo que iban a ser sus piernas y sus manitas, su cuerpecito. Pero en el pecho, como nos explicó la ginecóloga, donde tendría que verse una tonalidad grisácea se veían dos grandes puntos negros, coincidiendo más o menos en el sitio donde irían los pulmones. Cuando en la ecografía se ve negro significa que lo que están viendo es líquido, por lo tanto, entendí que a nuestro bebé le pasaba algo importante, que no iba a ser nada bueno.

La ginecóloga, que es un amor de persona, intentó no alterarnos utilizando un lenguaje no verbal agradable, como quien explica una anécdota, explicándonos que el corazón estaba bien, que todo estaba bien pero que esos puntos no le convencían. Nos pidió que fuéramos a la clínica Corachán si podíamos al día siguiente, ya que ella estaría ahí y lo revisaría con máquinas más potentes y precisas.

Al salir de la consulta estaba hecha un flan y volví corriendo al lavabo. A pocos metros de la salida del centro médico mi pareja y yo ya estábamos llamando por teléfono a la clínica para pedir la hora, con un papel con el teléfono que nos había anotado la ginecóloga en una mano y con una impresión de la ecografía en la otra. Nos dieron hora y de camino a casa a mi ya se me habían caído rotos los sueños en la cabeza, las ilusiones, las energías y todo. Mi pareja que siempre ha afrontado las situaciones complicadas con más tranquilidad insistía en que no me pusiera en lo peor hasta que nos dijeran qué pasaba. A mí me sonaba como quien oye llover, la verdad. Desde el momento que vi la cara que puso la ginecóloga al mirar el monitor unos minutos antes, ya tenía asumida nuestra mala suerte como si me hubiera dicho que no hubiera latido.

En casa hablamos eso tan desagradable que ningunos padres quieren tener que verbalizar. Estábamos de acuerdo en que si nuestro hijo iba a tener una grave malformación la opción más adecuada sería abortar. Esa noche se hizo muy larga.

Al día siguiente fuimos a la clínica mi pareja, mis padres, mi hermana y yo. Cuando nos tocó, pedí a mi hermana que entrase con mi pareja y conmigo y pese a no expresarlo, mi única voluntad de ello era que pudiera llegar a escuchar por lo menos una vez el latido de ese hijo que ya temía que no íbamos a tener. Era mi manera de que ella pudiera conocerle antes de lo que pudiera pasar, pese a no haber nacido, pese a solo tener 9 semanas de gestación.

Lamentablemente no llegó a escuchar el latido porque el corazón del pequeño o la pequeña ya se había parado solo. Me quedé como flotando en una nube pero no en el buen sentido de la expresión. De piernas abiertas, con la ginecóloga expresando que lo sentía, poniendo su mano en mi rodilla para darme fuerzas. Yo miré a mi pareja y ya lo dije todo así. Se me encharcaron los ojos pero no llegué a soltar ni una lágrima. Mi hermana en cuanto la ginecóloga ya nos había explicado con detalles la grave malformación que tenía el feto, nos dijo que lo sentía mucho y que en el fondo mejor así, que si hubiéramos tenido que tomar nosotros mismos la decisión delante de tal malformación. Y así es. Realmente es mejor así, no haber tenido que tomar la decisión, pero sigue siendo una mierda haberle perdido.

A partir de ese momento y los días siguientes las personas que te quieren intentan hacer menor tu dolor con todo tipo de argumentos bienintencionados, que hasta tú acabas integrando. Te sientes culpable por no sentirte suertuda de haber perdido a tu hijo a la novena semana de gestación en lugar de a los 7 meses de gestación. Mis padres, obviamente, también lo sintieron mucho y me recordaron que mejor ahora que más tarde. No dudo de que compartieran mi dolor, así como las demás personas que nos quieren, y no dudo que todo argumento dirigido a paliar nuestro dolor sea bienintencionado tal como decía. Pero sigue siendo una mierda haberle perdido.

Desde el día 1 de febrero que nos dieron la mala noticia hasta ahora he escuchado todo tipo de frases para animarme y hacerme ver que podría ser peor: “piensa que es como si te hubiera venido la regla y ya está”, “¡bueno tranquila, sois muy jóvenes! Anda que no tendréis tiempo de tener hijos”, “a mí me pasó y mira ahora, nada más y nada menos que tres hijos”, “a mi madre le pasó dos veces y no significa que no puedas tener hijos”, “bueno, ¡por lo menos sabéis que no sois estériles!”, “tu tranquila, si os costó poco esta vez ya verás después del legrado que dicen que todavía es más fácil”, “mejor ahora que no cuando lleves 5 meses de embarazo, eso sí que es duro”. Y muchas otras frases bienintencionadas para que me sienta bien que inconscientemente yo misma integraba pese a no sentirlas. Es decir, me he dado cuenta que cuando explico la pérdida a alguien, incluso antes de que vayan a decirme cualquiera de esas frases, yo misma me adelanto y la digo, como avergonzada de que puedan pensar que me duele profundamente haber perdido a mi bebé a las 9 semanas de gestación. Yo misma digo “pero estoy bien, ¡somos jóvenes anda que no tenemos tiempo!” o cosas por el estilo que, sean verdad o no, no siento que alivien en absoluto mi duelo. Porque sigue siendo una mierda haberle perdido. Y fue verdaderamente una mierda enorme tener que esperar todo el fin de semana con él o ella dentro mío, muerto o muerta, porque hasta el lunes no podían hacerme el legrado por cuestión de turnos.

Esto ha sido un golpe duro y desde entonces llevo un mes de baja. Habrá quien lo entienda y habrá quien piense que no es para tanto, porque solo estaba de 9 semanas y aún “ni lo había notado en la barriga”. Habrá quien lo entienda y quien piense que ya volveré a quedarme embarazada y aquí no ha pasado nada. Pero ya no será el mismo o la misma, ni todas las expectativas, pensamientos y emociones que sienta a lo largo del proceso cuando volvamos a intentarlo.

No solo ha dejado de latirle el corazón. Se ha muerto todo lo que me había imaginado. Me había imaginado como podría ser su cara. Dónde dormiría. Si seria tranquilo o tranquila o si por lo contrario sería un bebé de esos que no paran de llorar. Me había imaginado a su padre llevándolo a hombros hacia el parque cuando ya tuviera tres años. Me había imaginado cómo se llevaría con nuestros gatos. Me había imaginado qué ropa le pondría, cómo sería su habitación. Como cambiarían nuestras vidas. Y me lo había imaginado todo creyendo que por fin esta vez sí pasaría en 9 meses. Algo se puede romper solo si se ha materializado y tal como yo he explicado líneas atrás por fin mi sueño se había materializado en el momento en que vi el positivo en el test.

Ayer, cuando vimos el documental “Sense batec” por la televisión, casi todas las personas que participaban en él eran personas que habían perdido a su hijo a partir del segundo trimestre y verdaderamente era terrible. Pese a eso, me sentí muy identificada con la frase que dijo una chica que había perdido a su bebé en el primer trimestre de gestación, y es que “a menos meses de gestación, menos reconocimiento del dolor”. Ella explicaba que había establecido un vínculo físico y emocional con su hijo o hija, y que mucha gente no lo entendía. Yo sí que te entiendo. Y es que insisto en que no pierdes una figura de carne y hueso únicamente, sino que es como si de golpe y porrazo todos tus planes dieran un giro de 180 grados y todas las ilusiones, cosas que habías imaginado, todas las proyecciones que tenías desaparecieran en cuestión de segundos.

A mí me basta con que me escuches y me des un abrazo cuando te lo explique. Es triste que la muerte perinatal tal como explicaba el documental sea algo que incomode tanto que se haya vuelto tabú, ya que eso no ayuda en absoluto a que las personas que lo hemos vivido, que somos muchísimas, elaboremos mejor el duelo. Cuando te explico mi dolor te incomoda, y por eso me dices que piense “que ha sido como si me hubiera bajado la regla”. Entiendo que no te guste sentir mi dolor, pero invalidarlo no hará que desaparezca. Pese a eso, sé que no lo haces queriendo invalidarme. Sé que la sociedad te ha puesto en ese lugar y, desde luego, creo que es importante que hagamos cambios en ese sentido. En primer lugar, debería empezar yo misma por no integrar y repetir esas frases tan usadas si verdaderamente no las siento. Tomar mi derecho de decir: sí, lo hemos perdido a las 9 semanas, y pese a que en el mundo haya cosas peores eso no quita que esto sea una mierda. Ya tenía nombre.

Me había imaginado muchas cosas. Y a partir de ahora, inevitablemente no imaginaré lo mismo cuando en un tiempo volvamos a intentarlo, porque esos recuerdos futuros ya no serán para la misma persona y porque el miedo a que se repita esta mala experiencia nos perseguirá. Y por supuesto que crearemos nuevos recuerdos futuros y volveremos a sonreír, pero eso no quita que esto que nos ha pasado sea una mierda y pese a recordarlo en un futuro de otra manera, es y será una parte de nuestras vidas. No ha pasado nada, no. Sí, ha pasado algo aunque te incomode, y haremos un duelo y seguiremos adelante, permitiéndole ocupar una parte de nuestra mente sin que ello nos impida seguir viviendo.



PD: el aborto voluntario, como libre decisión es un derecho por el que luchamos muchas mujeres entre las que me incluyo. Quiero remarcar que existe una gran diferencia entre un embarazo buscado que acaba en aborto espontáneo y el embarazo no deseado que acaba en aborto voluntario. Son experiencias muy distintas.