lunes, 25 de febrero de 2019

Me había imaginado



Ayer por la noche en el canal TV3 dieron un reportaje llamado “Sense batec” (Sin latido) al cual debo agradecer haberme dado las fuerzas que me faltaban para dar un paso más y escribir en mi blog el por qué llevo casi un mes de baja laboral.

El día 27 de diciembre, siendo mi primer día de retraso, el test dio positivo. Las ganas de ver ese resultado me llevaron a hacerme días atrás varios tests más antes de que estos pudieran detectar la hormona GCH, es decir, la hormona del embarazo.  Por fin empezaba enserio la aventura que años atrás no pude empezar. Por fin, después de esperar impaciente el momento adecuado y de haberme preparado a nivel emocional y físico meses atrás, se materializaba mi sueño. Toda planificación fue poca para que llegado el momento mi salud mental estuviera cubierta con una medicación teóricamente no perjudicial para el futuro bebé: el cambio del escitalopram a la fluoxetina.

En el mismo momento que vi el positivo la mente empieza a crear una especie de recuerdos futuros. También empieza a crear miedos. Empieza a crear dudas de algo de lo que estás al cien por cien segura. No pasa nada, mi pareja y yo teníamos suficiente ilusión como para equilibrar la balanza.

El día 6 de enero, estando de aproximadamente seis semanas, dimos la noticia a nuestra familia. Ese fue nuestro principal regalo de reyes. Habíamos preparado maneras divertidas y sorpresivas de decirlo, con los nervios y las ganas que una persona prepara el primer regalo que le hace a su pareja. La respuesta no fue menos.

Mucha gente espera a que pase el primer trimestre para dar la buena nueva, por eso de que el índice de abortos espontáneos los tres primeros meses es elevado. Yo no lo comparto en tanto que hice la reflexión de que si pasaba algo que no quería ni pensar que pudiera pasar, ¿a caso debía sufrirlo en silencio? ¿Si nuestro embarazo sale mal debe ser un secreto? Si tan alto es el porcentaje de abortos en el primer trimestre, ¿por qué motivo se trata como un tema tabú?

Así pues, nuestra familia y amigos más íntimos compartían con nosotros el momento a partir de la sexta semana de gestación. Por otro lado, debido a los pronunciados síntomas que tenía, también lo expliqué en el trabajo: me encontraba fatal, a medida que pasaban los días iba con más frecuencia a vomitar al lavabo a primera hora de la mañana. ¿Qué tengo que esconder y más a mis colegas de profesión que como trabajadores sociales deben entender perfectamente que eres libre de quedarte embarazada independientemente del trabajo?

Todo iba bien o mejor dicho todo estaba dentro de la normalidad. El cansancio, las hormonas y el malestar físico se aliaban a menudo con mis problemas de salud mental para hacerme sentir triste, sin energías y obsesiva. No pasa nada, estaba preparada para ello. Me había preparado para ello con mi psicólogo y con mi psiquiatra. Mi familia nos apoyaba. Mi pareja estaba a mi lado.

A la octava semana de embarazo, pese a todo esto, no podía con mi cuerpo. Vomitaba todo el día y, además, debido a la Fluoxetina no podía tomar más que alguna pastilla puntual de Cariban (medicación para aminorar las náuseas y los vómitos), ya que hacían una leve interacción. Así pues, empecé a tomar Cariban solamente para poder levantarme por la mañana e ir a trabajar, pero ni de esa manera me encontraba en condiciones de trabajar. Más, teniendo en cuenta que mi trabajo actual es de trabajadora social en el área de dependencia, es decir, no solamente estoy en una oficina sino que a diario hago una media de dos o tres domicilios a usuarios y, como es normal, no me seducía la idea de ir a vomitar al lavabo de personas que terminan de verme por primera vez. Por otro lado, ya sabéis las personas que sufrís o habéis sufrido un trastorno mental que cuando además sientes malestar físico, el malestar emocional se acentúa bastante (si incluso ya se acentúa a menudo en personas que no sufren ningún tipo de trastorno).

Así pues, un día que no logré ni vestirme para ir a trabajar porque no podía parar de vomitar, llamé para informar a mi jefa y fui al médico. Me dijeron que estuviera por lo menos una semana de baja, cosa que no me hizo demasiada gracia ya que siempre me he implicado mucho en mis trabajos y me genera ansiedad pensar qué deben pensar mi jefe/a o compañeros/as de que falte. Pese a todo, la doctora me insistió hasta convencerme de que tanto para mí como para el bebé era mejor que me tomara un descanso. Así pues le hice caso y cogí la baja.

Si eso debió ser un lunes, el jueves mi pareja y yo teníamos la tercera ecografía (puesto que el seguimiento nos lo hacían por mutua y nos daban visita con frecuencia). Tenía muchísimas ganas de que llegara ese día ya que por primera vez escucharíamos el latido de nuestro bebé. A la vez, tenía un miedo terrible, ya que mi baja autoestima me decía que yo era incapaz de engendrar algo tan complejo e importante como es una persona.

Llegados el día mi pareja salió antes del trabajo y asistimos a la consulta. Yo estaba tan nerviosa que tuve que pedir unos minutos más a mi ginecóloga antes de empezar, para poder ir al baño. Después, nos preparamos y empezamos la ecografía. Cuando vi la cara que ponía la ginecóloga al mirar la pantalla me dio un vuelco el corazón y me quedé seria de golpe. Dijo que había algo que no le convencía de lo que veía. Delimitó el corazón del feto y pudimos escuchar por primera su latido, sin saber que iba a ser la única vez. Me emocionó mucho escucharlo, yo iba mirando a la pantalla, a la cara de mi pareja y a la cara de la ginecóloga esperando ansiosa que me explicara qué era lo que no le convencía.

En el monitor se veía la cabecita, se veían ya lo que iban a ser sus piernas y sus manitas, su cuerpecito. Pero en el pecho, como nos explicó la ginecóloga, donde tendría que verse una tonalidad grisácea se veían dos grandes puntos negros, coincidiendo más o menos en el sitio donde irían los pulmones. Cuando en la ecografía se ve negro significa que lo que están viendo es líquido, por lo tanto, entendí que a nuestro bebé le pasaba algo importante, que no iba a ser nada bueno.

La ginecóloga, que es un amor de persona, intentó no alterarnos utilizando un lenguaje no verbal agradable, como quien explica una anécdota, explicándonos que el corazón estaba bien, que todo estaba bien pero que esos puntos no le convencían. Nos pidió que fuéramos a la clínica Corachán si podíamos al día siguiente, ya que ella estaría ahí y lo revisaría con máquinas más potentes y precisas.

Al salir de la consulta estaba hecha un flan y volví corriendo al lavabo. A pocos metros de la salida del centro médico mi pareja y yo ya estábamos llamando por teléfono a la clínica para pedir la hora, con un papel con el teléfono que nos había anotado la ginecóloga en una mano y con una impresión de la ecografía en la otra. Nos dieron hora y de camino a casa a mi ya se me habían caído rotos los sueños en la cabeza, las ilusiones, las energías y todo. Mi pareja que siempre ha afrontado las situaciones complicadas con más tranquilidad insistía en que no me pusiera en lo peor hasta que nos dijeran qué pasaba. A mí me sonaba como quien oye llover, la verdad. Desde el momento que vi la cara que puso la ginecóloga al mirar el monitor unos minutos antes, ya tenía asumida nuestra mala suerte como si me hubiera dicho que no hubiera latido.

En casa hablamos eso tan desagradable que ningunos padres quieren tener que verbalizar. Estábamos de acuerdo en que si nuestro hijo iba a tener una grave malformación la opción más adecuada sería abortar. Esa noche se hizo muy larga.

Al día siguiente fuimos a la clínica mi pareja, mis padres, mi hermana y yo. Cuando nos tocó, pedí a mi hermana que entrase con mi pareja y conmigo y pese a no expresarlo, mi única voluntad de ello era que pudiera llegar a escuchar por lo menos una vez el latido de ese hijo que ya temía que no íbamos a tener. Era mi manera de que ella pudiera conocerle antes de lo que pudiera pasar, pese a no haber nacido, pese a solo tener 9 semanas de gestación.

Lamentablemente no llegó a escuchar el latido porque el corazón del pequeño o la pequeña ya se había parado solo. Me quedé como flotando en una nube pero no en el buen sentido de la expresión. De piernas abiertas, con la ginecóloga expresando que lo sentía, poniendo su mano en mi rodilla para darme fuerzas. Yo miré a mi pareja y ya lo dije todo así. Se me encharcaron los ojos pero no llegué a soltar ni una lágrima. Mi hermana en cuanto la ginecóloga ya nos había explicado con detalles la grave malformación que tenía el feto, nos dijo que lo sentía mucho y que en el fondo mejor así, que si hubiéramos tenido que tomar nosotros mismos la decisión delante de tal malformación. Y así es. Realmente es mejor así, no haber tenido que tomar la decisión, pero sigue siendo una mierda haberle perdido.

A partir de ese momento y los días siguientes las personas que te quieren intentan hacer menor tu dolor con todo tipo de argumentos bienintencionados, que hasta tú acabas integrando. Te sientes culpable por no sentirte suertuda de haber perdido a tu hijo a la novena semana de gestación en lugar de a los 7 meses de gestación. Mis padres, obviamente, también lo sintieron mucho y me recordaron que mejor ahora que más tarde. No dudo de que compartieran mi dolor, así como las demás personas que nos quieren, y no dudo que todo argumento dirigido a paliar nuestro dolor sea bienintencionado tal como decía. Pero sigue siendo una mierda haberle perdido.

Desde el día 1 de febrero que nos dieron la mala noticia hasta ahora he escuchado todo tipo de frases para animarme y hacerme ver que podría ser peor: “piensa que es como si te hubiera venido la regla y ya está”, “¡bueno tranquila, sois muy jóvenes! Anda que no tendréis tiempo de tener hijos”, “a mí me pasó y mira ahora, nada más y nada menos que tres hijos”, “a mi madre le pasó dos veces y no significa que no puedas tener hijos”, “bueno, ¡por lo menos sabéis que no sois estériles!”, “tu tranquila, si os costó poco esta vez ya verás después del legrado que dicen que todavía es más fácil”, “mejor ahora que no cuando lleves 5 meses de embarazo, eso sí que es duro”. Y muchas otras frases bienintencionadas para que me sienta bien que inconscientemente yo misma integraba pese a no sentirlas. Es decir, me he dado cuenta que cuando explico la pérdida a alguien, incluso antes de que vayan a decirme cualquiera de esas frases, yo misma me adelanto y la digo, como avergonzada de que puedan pensar que me duele profundamente haber perdido a mi bebé a las 9 semanas de gestación. Yo misma digo “pero estoy bien, ¡somos jóvenes anda que no tenemos tiempo!” o cosas por el estilo que, sean verdad o no, no siento que alivien en absoluto mi duelo. Porque sigue siendo una mierda haberle perdido. Y fue verdaderamente una mierda enorme tener que esperar todo el fin de semana con él o ella dentro mío, muerto o muerta, porque hasta el lunes no podían hacerme el legrado por cuestión de turnos.

Esto ha sido un golpe duro y desde entonces llevo un mes de baja. Habrá quien lo entienda y habrá quien piense que no es para tanto, porque solo estaba de 9 semanas y aún “ni lo había notado en la barriga”. Habrá quien lo entienda y quien piense que ya volveré a quedarme embarazada y aquí no ha pasado nada. Pero ya no será el mismo o la misma, ni todas las expectativas, pensamientos y emociones que sienta a lo largo del proceso cuando volvamos a intentarlo.

No solo ha dejado de latirle el corazón. Se ha muerto todo lo que me había imaginado. Me había imaginado como podría ser su cara. Dónde dormiría. Si seria tranquilo o tranquila o si por lo contrario sería un bebé de esos que no paran de llorar. Me había imaginado a su padre llevándolo a hombros hacia el parque cuando ya tuviera tres años. Me había imaginado cómo se llevaría con nuestros gatos. Me había imaginado qué ropa le pondría, cómo sería su habitación. Como cambiarían nuestras vidas. Y me lo había imaginado todo creyendo que por fin esta vez sí pasaría en 9 meses. Algo se puede romper solo si se ha materializado y tal como yo he explicado líneas atrás por fin mi sueño se había materializado en el momento en que vi el positivo en el test.

Ayer, cuando vimos el documental “Sense batec” por la televisión, casi todas las personas que participaban en él eran personas que habían perdido a su hijo a partir del segundo trimestre y verdaderamente era terrible. Pese a eso, me sentí muy identificada con la frase que dijo una chica que había perdido a su bebé en el primer trimestre de gestación, y es que “a menos meses de gestación, menos reconocimiento del dolor”. Ella explicaba que había establecido un vínculo físico y emocional con su hijo o hija, y que mucha gente no lo entendía. Yo sí que te entiendo. Y es que insisto en que no pierdes una figura de carne y hueso únicamente, sino que es como si de golpe y porrazo todos tus planes dieran un giro de 180 grados y todas las ilusiones, cosas que habías imaginado, todas las proyecciones que tenías desaparecieran en cuestión de segundos.

A mí me basta con que me escuches y me des un abrazo cuando te lo explique. Es triste que la muerte perinatal tal como explicaba el documental sea algo que incomode tanto que se haya vuelto tabú, ya que eso no ayuda en absoluto a que las personas que lo hemos vivido, que somos muchísimas, elaboremos mejor el duelo. Cuando te explico mi dolor te incomoda, y por eso me dices que piense “que ha sido como si me hubiera bajado la regla”. Entiendo que no te guste sentir mi dolor, pero invalidarlo no hará que desaparezca. Pese a eso, sé que no lo haces queriendo invalidarme. Sé que la sociedad te ha puesto en ese lugar y, desde luego, creo que es importante que hagamos cambios en ese sentido. En primer lugar, debería empezar yo misma por no integrar y repetir esas frases tan usadas si verdaderamente no las siento. Tomar mi derecho de decir: sí, lo hemos perdido a las 9 semanas, y pese a que en el mundo haya cosas peores eso no quita que esto sea una mierda. Ya tenía nombre.

Me había imaginado muchas cosas. Y a partir de ahora, inevitablemente no imaginaré lo mismo cuando en un tiempo volvamos a intentarlo, porque esos recuerdos futuros ya no serán para la misma persona y porque el miedo a que se repita esta mala experiencia nos perseguirá. Y por supuesto que crearemos nuevos recuerdos futuros y volveremos a sonreír, pero eso no quita que esto que nos ha pasado sea una mierda y pese a recordarlo en un futuro de otra manera, es y será una parte de nuestras vidas. No ha pasado nada, no. Sí, ha pasado algo aunque te incomode, y haremos un duelo y seguiremos adelante, permitiéndole ocupar una parte de nuestra mente sin que ello nos impida seguir viviendo.



PD: el aborto voluntario, como libre decisión es un derecho por el que luchamos muchas mujeres entre las que me incluyo. Quiero remarcar que existe una gran diferencia entre un embarazo buscado que acaba en aborto espontáneo y el embarazo no deseado que acaba en aborto voluntario. Son experiencias muy distintas.

sábado, 11 de noviembre de 2017

Habla

Cuando sabes lo que va a pasar pero callas, puede pasar lo que tras mi última publicación ocurrió. "Autolisis", no lo había escuchado jamás. Mi vano y equivocado intento para descansar me llevó al descarrilamiento hasta tal punto que, 8 meses más tarde, sigo reuniendo a diario fuerzas para recuperar lo que esta sociedad llamaría "una vida normal".
Hoy no entraré en detalles sobre ese mes de marzo en el cual ingresé en el hospital psiquiátrico Benito Menni, ni entraré en detalles sobre qué se le puede pasar por la cabeza a una persona para intentar suicidarse. No entraré en detalles hoy porque hoy me respeto más y, simplemente, no me apetece.
Pese a todo, os dejaré un texto que escribí el día 2 de septiembre, sobre lo que mi depresión me obligaba a explicar en ese momento. Al texto lo titulé "Mi cine":

"Mi mente es como un cine que no deja de proyectar películas en ningún momento. A veces, se repite la misma una y otra vez como si no hubiera visto el final. No veo puertas en las paredes, solo hay una silla que inamovible apunta hacia la pantalla. Por más que lo intento mis ojos no pueden evitar mirar hacia allí. A veces imagino sin quererlo y casi llego a escuchar dentro de mi cabeza mi propia voz gritando desgarradoramente, cuando me bloqueo y siento estar en una caja invisible tan pequeña y asfixiante que no puedo estirar los brazos ni las piernas. A veces, cuando algo estalla contra mi integridad mental, cuando algo no encaja con mis pensamientos y no puedo abarcarlo, siendo como si el pecho se me llenase de vapor a presión, como una oleada que junto a una respiración notable se densifica entre medio de mis pulmones. Siento una profunda rabia en ese punto y, si tengo algún objeto cogido siento que esta energía me pide lanzarlo brutalmente contra el suelo o la pared. Es como si todo ese vapor a presión no tuviera válvula de escape y necesitase expulsarlo todo de esa manera para descansar. La mayoría de veces me doy cuenta de mí misma, me doy cuenta de que estoy haciendo equilibrismos sobre una cuerda que es el autocontrol, a metros y metros del abismo del descontrol, y decido esfumarme de esa imagen en la que me encuentro, tragándome el vapor de la oleada, alejando el objeto de mis manos para evitar caer. Es una pequeña victoria ya que he evitado dar un paso atrás, no he hecho nada añicos, pero es una victoria silenciosa de la cual solamente yo me reconozco, y sigo dando vueltas a aquello que ha incordiado mi esforzadamente conseguida estabilidad, rompiéndola. Es una nueva cinta que cae por una trampilla dentro de mi cine mental, quedándose, sin saber cuándo dejará de emitirse. La vida sigue, el tiempo avanza, todos viven, mi cuerpo actúa, pero mi mente sigue estancada en ese pensamiento. Puede que ese nuevo estreno quede en la parte más honda del armario junto a películas pasadas, pero lo que los demás considerarían una película que no tiene ningún interés y que no volverán a ver, para mí vuelve como un remake con gran facilidad, haciéndome sentir las mismas emociones que la primera vez que lo vi. Otra vez, como si no supiera el final. Si sentí rabia, mi cuerpo vuelve a experimentar la misma oleada de sensaciones que sentí. Con tan sólo el recuerdo se generan en mí los mismos efectos. Muchas veces araño las puertas de este cine porque no quiero seguir viendo más veces las mismas películas, pero la ansiedad y la obsesión hacen que las paredes se vuelvan más fuertes que un chaleco antibalas, y mis uñas y mis manos persistentes sangran. A veces, entre toda esa confusión, me vuelvo una bestia y apunto toda la ira hacia mí misma para no dañar a nadie y mis muñecas sangran de verdad. Me supone un gran esfuerzo desengancharme de mis malos pensamientos. A veces, es tal el esfuerzo que solamente puedo yacer estirada, porque mi cuerpo se siente muy cansado pese a no haberme movido. A veces es como si los pensamientos y las emociones pesaran, situándose en la cabeza y en el pecho, como grandes bolas de metal que me doblegan hacia el suelo, hacia la cama, en la cual tocando lo más bajo sobre una superficie blanda, es cuando me siento segura porque mi cuerpo deja de soportar tantos kilos, toneladas. Sobre una superficie no puedo bajar más. En ese momento, en ese lugar, en ese alivio que no es más que una ilusión, se forjan nuevas bolas que me llenarán por completo hasta que jamás pueda volver a levantarme. Sintiéndome inútil, sintiéndome mala persona. Sintiéndome una perdedora que sólo quiere descansar o parar el tiempo. Esa es mi depresión."

La que voy a vencer.

Hasta pronto!

sábado, 11 de marzo de 2017

Cuánto tiempo

Como dije en otra ocasión, es lamentable que tengamos una imperiosa necesidad de escribir cuando las cosas van mal y no cuando las cosas van bien. Hace un año, dos meses y un día desde que escribí mi última publicación y pese que no todo ha sido un llano camino, hoy necesito volver a abrirme.
En mi vida han surgido cambios, entre los más recientes me he independizado hace un par de meses con mi pareja y estoy empezando con nueva medicación llamada Brintellix (que aparte de nueva para mí, es nueva en el mercado, cosa que no me proporciona demasiada seguridad). Poco a poco estoy reduciendo la dosis de Escitalopram 20mg a la vez que incremento la de este nuevo antidepresivo.
A veces me culpo porque pienso que mi desilusión ante los cambios que han surgido en mi vida últimamente proviene de falsas expectativas que yo misma me creé con mucha facilidad y, otras veces, dudo si realmente pese a mis falsas expectativas las cosas van realmente lo suficientemente mal como para sentirme como estoy: triste, apagada, enfadada y sin ganas de nada. Tengo muchas dudas: ¿será por la transición a la nueva medicación? ¿será que soy muy exigente? ¿será que las cosas, aparte de mí, realmente han cambiado notablemente a peor? ¿puede que la Laura que antes usaba herramientas para combatir el ahogo de los malos momentos haya desaprendido todo, o puede que el "todo" esté superando mis herramientas?
Me siento muy confusa, perdida y, lo peor, ya no sé donde está la línea que marca lo que es mi problema y lo que es "natural" (escrito entre comillas ya que no hay nada de extraño en una enfermedad mental). No sé si estoy teniendo una crisis, no sé si estoy teniendo malos días, no sé si soy yo o si son las circunstancias. Lo fácil, por lo menos para mí, es pensar que todo esto tiene relación con el cambio de medicación, pese a que emocionalmente ni yo misma acabo de creerlo.
Por otro lado, últimamente muchas personas me quitan indirectamente el derecho a tener una bajada abismal debido a mi enfermedad mental. ¿Se estarán cansando de convivir con una persona así? Personas que antes escuchaban, ahora responden ante mi dolor con un "todos tenemos malos días". Me siento muy presionada y forzada a tener que estar al pie del cañón y realmente no puedo. Hoy día es menos engorroso romperse las piernas que tener una enfermedad mental (doy por seguro que quienes padezcáis o hayáis padecido una entenderéis a qué me refiero).
¿Qué habré hecho mal para que me anulen de esta manera? Cuando invalidan mi ansiedad pienso "¿a caso que entiendas mi dolor hará que el tuyo (tu mal día, lo que llevas a tus espaldas) tenga menos importancia por el hecho de que yo tengo Trastorno Límite de la Personalidad y tú no?" Me da la sensación de que hay personas que se toman esto como una competición: "¡vamos a ver quién está peor! ¡no te creas que porque tengas un condicionamiento como el TLP significa que estás peor que yo, eh!" La gente va tan jodida por el ritmo que nos impone esta sociedad capitalista que parece que necesite rugir de dolor, comparar y hasta contrastar constantemente sus problemas con los tuyos, no vaya a ser que pienses que a veces no lo pasan mal también. ¿Es muy egoísta o egocéntrico lo que estoy diciendo? No puedo con todo.
Quizás el hecho de haberme mantenido bastante estable y fuerte durante unos meses ahora me impida a nivel social volver a estar mal. Como si ya "estuviera curada" de algo que realmente jamás se cura, sino que es algo con lo que se ha de aprender a vivir y como muchos ya saben eso no se hace en un chasquido de dedos (ni en años, por lo menos en mi caso). Por supuesto que he mejorado, pero no soy un ser divino e inmortal que pueda amortiguar todos los golpes que me depara la vida y mi mente.
Me sabe mal regresar al blog con esta entrada de mierda, llena de pesimismo y sin un pequeño rayo de luz positiva como un simple consejo de los que antes daba, pero puesto que últimamente no sé comunicarme con las demás personas (o algo por el estilo) tengo que sincerarme lanzando estas palabras al aire en un blog que ni siquiera sé quien lo va a leer.
En fin. Siento que esta entrada no vaya a servirte para mucho, pero a mí como mínimo me ha servido para desahogarme.
¡Seguimos al pie del cañón! (Se pueda o no)

domingo, 10 de enero de 2016

Continuando mi discontinuidad

"Pero en definitiva… No puedo más, y sé que si sigo en esta situación en cualquier momento ocurrirá una “desgracia”."

Esta fue la última frase que escribí en mi anterior publicación, hace más de dos meses. Acerté en tal predecible afirmación tal como acerté en la que expresé que podría dejar de escribir este blog cualquier día, ya que la constancia y la perseverancia no son mi fuerte. Y aquí me tenéis, semanas y semanas después con tantas cosas que contar que mis ganas de hacerlo no son muchas. Tampoco jamás se me a dado bien resumir, de manera que dejaré que mi escasa motivación para explayarme y detallar sea quien haga escasear en información poco relevante lo que os voy a contar.

Poco después de escribir la frase con la que he empezado hoy esta entrada empecé a tener algunas alucinaciones auditivas y visuales. Cuando estaba en el trabajo escuchaba que mis jefes hablaban tras de mí (justo donde está la puerta de entrada a la "cabina" donde me encuentro trabajando como peluquera canina). Cuando me giraba para responder no había nadie. Escuchaba que me llamaban, escuchaba que el teléfono sonaba más veces de las que realmente lo hacía. Veía tras el cristal que tengo a las espaldas que alguno de mis jefes venía hacia la puerta de dónde me encuentro, y cuando me giraba para atenderle tampoco había nadie. Todo esto lo dejé pasar sin más importancia porque sabia que estaba pasando un mal momento y no tenía ganas de darle vueltas a un nuevo "problema".

Al cabo de unos días, en mi hora de la comida, estaba con mi hermana en el comedor de mi casa y escuché como ella cabreada me echaba "bronca" porque no escuchaba la televisión con el sonido de mi ordenador. Yo le contesté mal porque verdaderamente fue un momento breve en el que mi ordenador molestó y me parecía fuera de lugar tanta queja. Para mi sorpresa y la suya, cuando la miré tenia una cara extrañada (de "pokerface" que dirían algunos) y me dijo que no había abierto la boca. Me eché a reír (de manera que no sé como describir) y le dije que en ese caso, perdón por haberle "contestado" gritando. Fue ahí cuando le expliqué que llevaba semanas escuchando y viendo cosas que podrían pasar en la vida real, pero que no pasaban.

Fui a urgencias de psiquiatría y ya ni recuerdo qué me dijeron esa vez, y me da pereza esforzarme en recordarlo. Lo único que tengo claro es que me sugirieron que retomase la medicación que había dejado por mi cuenta hacía tiempo, y así lo hice. Volví al escitalopram y seguí mi rutina.

Al cabo de pocos días de esto y después de un par de alucinaciones seguidas (como las que he contado anteriormente) sufrí un brote (crisis, como le queráis llamar) en plena jornada laboral. Mi mente se bloqueó y como consecuencia de ello mi cuerpo se oxidó sin necesitar muchos segundos. No pude seguir haciendo aquello que estuviera haciendo, ya que si no puedes pensar qué debes hacer, no tiene sentido alguno hacer. De golpe no sabía ni que acababa de hacer, ni qué tenía que hacer, ni entendía nada. Me costaba razonar y me sentía mareada. Acudí a mi jefa a decirle lo que me ocurría y por suerte, ya que tengo unos buenos jefes que son comprensivos, enseguida me ayudó a llamar a mi padre para ir a urgencias y cubrió mi puesto laboral.

Ese día no recuerdo muy bien nada la verdad, estaba desorientada y perdida, muy disociada y lenta. Fuimos a urgencias y no recuerdo qué me dijeron. Sé que pedí hora con mi psiquiatra para al día siguiente o así (creo) y él me dijo que cogiera la baja mínimo dos semanas. También me recetó quetiapina, diazepam (que ya tenía, pero en este caso para tomarlo de manera continua) y me subió la dosis de escitalopram. Y ahí teníamos a la "antidrogas legales" drogándose con antipsicóticos, antidepresivos y ansiolíticos. Pero eh, me fue muy pero que muy bien. La quetiapina me dejaba sopa y dormía como un lirón, ya que llevaba un tiempo sin poder dormir casi, y lo poco que dormía lo dormía mal. De hecho, tuve una crisis de pánico por la noche poco antes del brote. Con mis nuevos aliados farmacéuticos descansaba y flotaba en una nube. No prueben esto en sus casas.

Al cabo de dos semanas estaba recuperada y trabajando. Y sin necesidad de pedirlo, mis jefes me propusieron que si tenia necesidad podía reducir mi jornada laboral (a mi voluntad) con opción a subirla cuando quisiera. Y por supuesto, pensé en mí y en mi salud: ahora trabajo 32 horas semanales y me siento mucho mejor. No es una media jornada de 20h ni son 40h, con lo cual se podría decir que he tomado una decisión integrada que me hace sentir bien. A veces es importante no estancarse en los extremos y aprender a relativizar y actuar de manera integrada. Sin tirar la toalla pero sin olvidar tus limitaciones y necesidades. Sé que se dice rápido.

Por último añadir que solo uno mismo sabe lo que necesita para sí. También que no todo es blanco y negro. Y que a veces no es necesario llegar a una crisis o una situación grave para poner soluciones, por mucha presión externa que tengas: quiérete. Ah, y por último, añadir que me han hecho contrato indefinido en la peluquería canina :)

¡Feliz 2016!



domingo, 1 de noviembre de 2015

"Lo que tienes que hacer es..."

¿Qué os dije en la anterior publicación? Estoy empezando a temer cómo me encuentro a medida que pasan las semanas”. Al final será verdad que quien mejor se conoce es el propio enfermo, ¿no?

“Lo que tienes que hacer es no acobardarte”. Esa es la respuesta de mi madre (acompañada de una mala cara de desacuerdo) al decirle que la médica psiquiatra de urgencias me ha sugerido que reduzca mis horas de trabajo tras explicarle que tuve alucinaciones auditivas y mi estado actual. Me revienta y me frustra eternamente. Me da muchas ganas de llorar ver que mi madre no entiende lo que me pasa. Ver que, con toda su buena fe, lo máximo que llega a decirme es que “lo que tengo es que estar bien”, “lo que tengo que hacer es no acobardarme”, “lo que tengo que hacer es sentirme segura de mí misma”. Gracias mamá (de verdad) por intentar ayudarme (pese a que sin éxito), pero esto que me pides para mí son fines, ¿me explicas con qué medios llego a ellos?

Es muy duro ver que algunas de las personas que más quieres no llegan a entender tu enfermedad. Mi madre cree que porque siga trabajando a jornada completa que es lo “estándar” o “normalizado” voy a “curarme” o algo así, por el hecho de estar haciendo algo “normal”. En parte entiendo su visión porque es cierto que el trabajo es un medio de inclusión, pero creo que no me he expresado correctamente… Lo que quiero decir no es que ella crea que vaya a “curarme” por mantener mi rutina laboral de 40h semanales. Ella cree que no tengo ningún tipo de trastorno o eso es lo que quiere ver, y que reducir mis horas de trabajo va a convertirme en un bicho raro incapacitado y entonces sí, volverme una enferma mental (dicho burdamente). Puedo ver que le da pánico. Creo que aceptar que en mi estado me cuesta seguir un ritmo de 8h de trabajo diarias le acerca también a aceptar que tengo un trastorno y eso no le gusta nada. No ve la enfermedad como tal, sino que ve la enfermedad como “el mal”, “la rareza”, “el fin del mundo”. Por lo tanto, es más fácil no querer ver nada y seguir con los comentarios que he escrito antes: “lo que tienes que hacer es estar bien”, toma ya.

Así pues, ella no logra entender que el problema no desaparece por más que finja hacer de manera natural y mecanizada lo que la sociedad considere como “normal”, y no quiere entender (porque le duele) que a veces, el trabajo sumado a otros factores estresantes, puede desencadenar que pegue un bajón psiquiátrico. En este caso, la suma del trabajo y otras circunstancias que no voy a publicar por respeto a la intimidad de otras personas. Todo esto me ha llevado a un estado de ansiedad prácticamente permanente desde hace más de una semana, un estado de disociación que viene y va a días, pensamientos suicidas, de autolesión, de culpabilidad, de soledad, irritabilidad, un estado de alteración del ánimo constante e incluso creo que todo esto puede ir relacionado con otros síntomas físicos que tengo (dolor de cabeza a diario, mucha fatiga, sueño, sensación de fiebre pese a que mi temperatura está justamente por debajo de lo que acostumbro…), trastornos del sueño, un ataque de pánico nocturno y por último la aparición de alucinaciones auditivas. Uau, leyendo todo esto me doy cuenta de que “estoy podrida” de la cabeza.

En definitiva, me encuentro en un momento de decisiones que me resultan muy incómodas (y más teniendo en cuenta la tirria que le tengo al hecho de decidir, tal como se ha podido ver en antiguas publicaciones). Por un lado la psiquiatra me ha sugerido reducir horas de trabajo. Por otro lado a mi madre eso le aterra. Por otro lado se lo he comentado a mi hermana y opina que estoy pasando por un momento de bajón psiquiátrico no por el trabajo, sino por la suma del trabajo con otras circunstancias y que el trabajo es una herramienta de mejora para los trastornos mentales. Por otro lado estoy de acuerdo con esto último pero sé que no puedo aguantar este ritmo más, me siento al límite, y tengo cierta sensación de ir a desencadenar un brote psicótico importante en cualquier momento. Claro que, también influye aquí el hecho de que reducir mi horario de trabajo me haría sentir culpable dado que dos personas que me quieren ya han dado a entender que no es lo idóneo (una de ellas por motivos irracionales y otra por motivos racionales). Por otro lado la médica es quien entiende y es quien me ha sugerido reducir las horas, pero claro… Mi vínculo afectivo hacia ella no es el mismo que el que tengo hacia mi familia, y no hacerle caso a ella no me supondría ningún tipo de sentimiento de culpabilidad (igual que no me lo supuso el hecho de dejar la medicación pese a que mi psiquiatra me dijera “Ya me gustaría Laura… Pero debes tomarla”). A todo esto, por cierto, es obvio que ahora sí que estoy volviendo a la medicación antidepresiva y, con suerte, si logro estabilizarme desaparecerán los síntomas psicóticos (alucinaciones). Como mínimo me alegra no haber empezado a tomar antipsicóticos.

En definitiva: a veces no me veo capaz de elegir lo que yo creo que necesito (pese a que coincida con lo que el médico piense) porque detrás de ello hay unas personas que me importan y opinan otra cosa. Y aquí es cuando me siento en un asqueroso tira y afloja que me revienta, me frustra y me produce ansiedad, ya que de hacer caso a lo que yo (quien vive el problema en primera persona) necesito, sentiría un terrible sentimiento de culpabilidad por “desobedecer” a las personas que me importan. Pero en definitiva… No puedo más, y sé que si sigo en esta situación en cualquier momento ocurrirá una “desgracia”.

Cada día me siento con menos espacio para respirar.

martes, 6 de octubre de 2015

Poder y deber

¿Que pueda aguantar significa que deba aguantar?

Estoy harta de que la gente espere de mí que pueda con todo como una presente y futura expansión de mi pasado. "Sé que puedes. Eres fuerte. Has aguantado muchas cosas". Sí, por supuesto. Gracias (irónicas) por normalizar y hacer lícito (a costa de lo que ya he vivido) que haya de tragar y tragar mierda, pese a que creas que lo que me dices me sienta como un alago (por lo de "eres fuerte" y tal). Gracias por confiar en mis capacidades. También te digo que, si hoy día me siento una infeliz con pensamientos suicidas es (en parte) por lo que he vivido. Por lo tanto considero que no es sano para nadie seguir tragando y tragando. Digamos que he cumplido el cupo y hoy día una gota de agua desborda mi vaso. "Pero si con lo mal que lo has pasado, esto no es nada". Gracias, es genial. Aquello que para una persona que anteriormente ha tenido una buena vida supone el hundimiento del Titanic, a mí me exiges que me suponga una nimiedad. ¿Cuándo va a llegar mi momento de descanso?

Siento que nadie es capaz de entender o validar que no puedo con todo por tres motivos: 1- Porque en ocasiones no puedo con algunas cosas que “todo el mundo” puede hacer con normalidad. 2- Que he sobrevivido a situaciones límite. 3- Que mi trastorno se manifiesta de manera intermitente. Por lo tanto, hay días que puedo hacer las cosas con normalidad y días en que no puedo.
Siguiendo con el tercer punto: los días o momentos en que no puedo, en lugar de tomarme un descanso procuro exigirme hacerlas pese a que las consecuencias de forzarme sean fatales. ¿Qué hace que me exija hacerlas? ¿Lo hago por mi propio bienestar? No. ¿Lo hago por sentirme realizada? No. ¿Por qué entonces? Por la presión del “qué dirán”. Jamás me fuerzo a hacer las cosas por mí, por mi propio bienestar, porque te aseguro que cuando me fuerzo a hacer algo cuando mentalmente no puedo hacerlo solo pienso en morirme. Sí, es terrible para mí reconocer algo así partiendo de la base que soy una persona que cree mucho en el poder de las personas (como individuos), en la autonomía de uno mismo, en la no dependencia… En definitiva, en hacer las cosas por y para uno mismo y no por y para los demás. Y lamentablemente soy todo lo contrario.

Siguiendo con el hilo de la cuestión… Me fuerzo a hacer las cosas porque temo la reacción tanto de personas cercanas como de personas ajenas. Y la temo porque sé que la gran mayoría no va a entenderme o creerme cuando digo que no puedo hacer algo o que si lo hago esto va a repercutir de manera fatal en mí. Que me encuentro mal, muy mal.

Sí, estoy harta o mejor dicho muy frustrada a causa de que hayan personas que todavía crean que cuando digo que estoy mal es por quejarme, por vicio. Que crean que cuando no hago algo es por vagancia y no por el sobreesfuerzo que me supone. Estoy harta de que la gente no coja un puto libro y se informe de lo que es el Trastorno Límite de la Personalidad y de que no exista todavía manera posible de que alguien se meta en mi mente. De hecho creo que esas son las cosas que más pensamientos suicidas me generan. No sería lo mismo tener mi problema si los demás lo aceptaran y entendieran de verdad, porque en ese caso tendríamos un problema y no dos (primero no poder hacer algo y segundo lidiar con la presión, decepción y mala aura de los demás si no lo haces).

Estoy harta de revolotear de trabajo en trabajo sin encontrar mi sitio, porque al cabo de un máximo de tres meses claudico ya que a partir de ahí realmente no puedo sacarlo adelante. Mejor dicho, no puedo sacarme a delante. Digamos que, a partir de ahí, el mantener mi trabajo y mantener mi bienestar o salud mental se vuelven incompatibles. Estoy harta de que cada vez que dejo un trabajo parte de mi entorno me vea como una fracasada y una comodona, y que me diga “todos trabajamos y no nos hemos muerto, ¿eh?”. Gracias, por si no tenía poco con esta mierda, ahora me siento culpable de haberlo dejado. ¿Realmente no me entiendes, no me crees, o es que te gustaría que también existiese un motivo real por el cual tú no debieras trabajar? Porque si es el último caso, te aseguro y te juro que te cambiaría mi lugar y me pondría a trabajar yo por ti. Lamentablemente necesitamos un sueldo para poder vivir y créeme que a veces me pregunto cómo cojones voy a sacar mi vida adelante. Mi vida socioeconómica paralelamente a mi vida de estabilidad o bienestar mental.

Estoy empezando a temer cómo me encuentro a medida que pasan las semanas.


Me siento con mucha presión…

domingo, 20 de septiembre de 2015

Reconociéndome

"Probablemente algo interesante pase en los próximos días (o no)"

Pues la verdad es que el hecho de que sea interesante o no lo que voy a explicar dependerá de quien lo lea, pero lo que tengo por seguro es que algo pasa y que no es algo pequeño.

Llevo más de una semana sin tomar la medicación y ha sido una semana que odiaré toda mi vida. Me he sentido (y sigo sintiendo) mal físicamente, con ganas de vomitar cada día, con mareos, con algo similar a cambios de presión en los oídos, con dolor de estómago... Pero en referencia a mi estado anímico (mental), al contrario de lo que comenté en la anterior entrada ("La verdad es que tengo una sensación de estar fuera de control que me resulta muy incómoda, pero puedo decir que no tengo ganas de suicidarme"), durante estos últimos días he tenido bastantes pensamientos de suicidio. Psicológicamente me siento totalmente anulada la mayor parte del tiempo. Durante el mismo día puedo pasar la mañana contenta, el mediodía queriendo morir y la tarde totalmente insensible (por ejemplo). Tengo unos altibajos muy marcados y un estado de ánimo realmente volátil.

En mis picos de depresión me estoy reconociendo (en tanto que volviendo a conocer), tal como cuando me descubrí al principio de conocer mi enfermedad. Independientemente de los factores existentes en la realidad se han apegado a mí (y de manera implacable) unos parásitos que se alimentan de mis ganas de acabar con todo: este enorme sentimiento de vacío, de abandono por parte de todos (lo siento), de culpabilidad, de odio hacia mí misma, de total incomprensión... Es una de esas veces que expliqué en las que tu reloj se avería y los demás siguen funcionando correctamente. Cada vez los ves más pequeños, más lejos, y cada vez tienes menos ganas y menos fuerzas para alcanzarlos. Me quedo aquí y me muero; seguro que requiere menos esfuerzo. Me siento realmente agotada tanto psicológica como físicamente.

Mi cama se ha convertido en el único lugar en el que me siento cien por cien segura y no por ello significa que me devuelva la vitalidad. Por las noches antes de dormir es como bajar al infierno y durante el día es como el purgatorio. Y es curioso decir que la cama es mi zona de confort, porque incongruentemente con esto, en mi cama las horas pasan lentas y agonizantes. Supuran paranoias desde el interior del colchón. Puedo escuchar en la mente el eco de mis pensamientos: éstos son los únicos que retumban en una habitación que, pese a ser pequeña, se vuelve enorme, oscura y fría. Suelo tener frío. Aquí puedes pedir auxilio pero por mucha gente que te rodee nadie va a escucharte. De hecho, por muchos abrazos que reciba nada ni nadie me quita esta mierda de sentimiento de soledad, y eso todavía incrementa más mi sentimiento de culpabilidad. Pienso: ¿y si soy tan mala persona que no estoy valorando como debería el apoyo que recibo? ¿Por qué no me hace efecto ningún tipo de afecto, ni siquiera el que proviene de las personas que quiero de verdad? No merezco a nadie.

Aquí empiezo a retomar el "lema" impuesto por el ser malvado que puso bajo mi piel la semilla del TLP: para vivir así, mejor beber veneno y no volver. Pensar en un futuro de este calibre me rompe. Pensar en una vida luchando contra todo esto durante cada puto día de mi existencia me puede. Un sobre-esfuerzo matador para cualquier cosa que haga, un sobre-esfuerzo por trabajar, por disfrutar un café, por mantener mis relaciones, por buscar una motivación... Es un puto sobre-esfuerzo por vivir. Sobrevivo. Bueno, en excepción de esos momentos o días en los que aparece el regalo de la estabilidad y puedo sonreír. Imaginad lo genial que resulta tener en esos momentos perspectiva de futuro, crear objetivos... Para que en unas horas o con mucha suerte en unos días todo lo positivo que has imaginado se vaya a la mierda. Mi vida se basa en momentos de estabilidad en los que me preparo y planifico mi futuro para así vivir bien, feliz, y por otro lado momentos de depresión en los que se desvanece cualquier idea de futuro porque mi vida pierde el sentido. En definitiva, lo más agradable que soy capaz de hacer es prepararme para vivir algo que nunca llego a vivir, porque por muy contenta que hoy esté, un huracán se va a llevar por delante todo esto en cualquier momento. Igual por ese motivo cuando me siento bien soy tan impulsiva y quiero hacer las cosas en el mismo momento en que se me ocurren. Entonces te dicen que las cosas se planean y piensas que para cuando llegue el día planeado, quizás no tenga ganas ni fuerzas de hacer lo que sea.

Me recuerda un poco al cuento de la cigarra y la hormiga, porque yo como hormiga trabajo y trabajo (físicamente y espiritualmente) pero en este caso para algo que, pese a que mi enfermedad no sea física, no voy a llegar a disfrutar. No tengo nada "mío". He empezado en momentos de estabilidad tantas cosas de las cuales no he tenido tiempo de aprender a fondo antes del siguiente huracán... No tengo ni una puñetera afición que pueda formar parte de mí a la hora de definirme (y no por no haber probado). He puesto fe en personas que creo que son bellas y que sé que jamás llegaré a tenerlas en mi círculo más cercano por el hecho de no poder mantener una relación como se merecen, por mis días de mierda. Todo se queda en el inicio siempre y no me queda nada. Lo único que (actualmente) mantengo es el trabajo y porque me siento obligada a ello. De hecho, me resulta muy difícil trabajar y joder, no nos engañemos, que por mucho que te guste tu trabajo a nadie le gusta trabajar 8 horas al día y menos a jornada partida. Entre semana trabajo, como y duermo. Perdón, entre semana trabajo, como, duermo y me rallo. Me rallo y mucho.

Lo que quiero decir es que es muy duro ver que a tu alrededor todo el mundo tiene su sitio y sus círculos en común para disfrutarlos juntos y tú no tienes nada de lo que disfrutar ni nada que compartir con otras personas. Y que además no logren entender esto y te digan de buena fe "¡pues búscate algo que te guste!" como si jamás lo hubieras hecho, es muy pero que muy jodido. Es un martillazo en la mente y piensas en la enorme pereza y en el disgusto que te generaría explicarle todo esto que he estado escribiendo aquí. Como no respondes con esta larga argumentación (porque además según el contexto queda fuera de lugar), te pones nerviosa y punto. Te comes el "¡búscate algo que te guste!" y se te atraganta una vez más. Pondría la mano en el fuego de que he tenido más aficiones que muchas de las personas que me han hecho comentarios de este estilo, bastantes más. No es una cuestión de encontrar ni de voluntad; es una cuestión de que en mi vida no existe la puta estabilidad para nada, no hay continuidad, no puedo disfrutar las cosas más de una semana seguida (que será una semana de estabilidad o pico de euforia). No puedo conservar NADA. No tengo lugar ni identidad.

Y ahora, perdonadme ya que no me encuentro nada bien, iré terminando diciendo que pese a tener un nudo en la garganta es fácil sonreír. Que la mejor caja fuerte es el interior de uno mismo. Es increíble cómo puedes guardar tal cantidad de enorme y asquerosa mierda y que nadie pueda acceder a ella si tu no quieres (o no puedes). Modelar tu carcasa para evitar debates desagradables. De todos modos, muchas personas tampoco lograrían entender que quieras morirte cuando ayer estuviste riéndote a carcajadas con ellos.