domingo, 1 de noviembre de 2015

"Lo que tienes que hacer es..."

¿Qué os dije en la anterior publicación? Estoy empezando a temer cómo me encuentro a medida que pasan las semanas”. Al final será verdad que quien mejor se conoce es el propio enfermo, ¿no?

“Lo que tienes que hacer es no acobardarte”. Esa es la respuesta de mi madre (acompañada de una mala cara de desacuerdo) al decirle que la médica psiquiatra de urgencias me ha sugerido que reduzca mis horas de trabajo tras explicarle que tuve alucinaciones auditivas y mi estado actual. Me revienta y me frustra eternamente. Me da muchas ganas de llorar ver que mi madre no entiende lo que me pasa. Ver que, con toda su buena fe, lo máximo que llega a decirme es que “lo que tengo es que estar bien”, “lo que tengo que hacer es no acobardarme”, “lo que tengo que hacer es sentirme segura de mí misma”. Gracias mamá (de verdad) por intentar ayudarme (pese a que sin éxito), pero esto que me pides para mí son fines, ¿me explicas con qué medios llego a ellos?

Es muy duro ver que algunas de las personas que más quieres no llegan a entender tu enfermedad. Mi madre cree que porque siga trabajando a jornada completa que es lo “estándar” o “normalizado” voy a “curarme” o algo así, por el hecho de estar haciendo algo “normal”. En parte entiendo su visión porque es cierto que el trabajo es un medio de inclusión, pero creo que no me he expresado correctamente… Lo que quiero decir no es que ella crea que vaya a “curarme” por mantener mi rutina laboral de 40h semanales. Ella cree que no tengo ningún tipo de trastorno o eso es lo que quiere ver, y que reducir mis horas de trabajo va a convertirme en un bicho raro incapacitado y entonces sí, volverme una enferma mental (dicho burdamente). Puedo ver que le da pánico. Creo que aceptar que en mi estado me cuesta seguir un ritmo de 8h de trabajo diarias le acerca también a aceptar que tengo un trastorno y eso no le gusta nada. No ve la enfermedad como tal, sino que ve la enfermedad como “el mal”, “la rareza”, “el fin del mundo”. Por lo tanto, es más fácil no querer ver nada y seguir con los comentarios que he escrito antes: “lo que tienes que hacer es estar bien”, toma ya.

Así pues, ella no logra entender que el problema no desaparece por más que finja hacer de manera natural y mecanizada lo que la sociedad considere como “normal”, y no quiere entender (porque le duele) que a veces, el trabajo sumado a otros factores estresantes, puede desencadenar que pegue un bajón psiquiátrico. En este caso, la suma del trabajo y otras circunstancias que no voy a publicar por respeto a la intimidad de otras personas. Todo esto me ha llevado a un estado de ansiedad prácticamente permanente desde hace más de una semana, un estado de disociación que viene y va a días, pensamientos suicidas, de autolesión, de culpabilidad, de soledad, irritabilidad, un estado de alteración del ánimo constante e incluso creo que todo esto puede ir relacionado con otros síntomas físicos que tengo (dolor de cabeza a diario, mucha fatiga, sueño, sensación de fiebre pese a que mi temperatura está justamente por debajo de lo que acostumbro…), trastornos del sueño, un ataque de pánico nocturno y por último la aparición de alucinaciones auditivas. Uau, leyendo todo esto me doy cuenta de que “estoy podrida” de la cabeza.

En definitiva, me encuentro en un momento de decisiones que me resultan muy incómodas (y más teniendo en cuenta la tirria que le tengo al hecho de decidir, tal como se ha podido ver en antiguas publicaciones). Por un lado la psiquiatra me ha sugerido reducir horas de trabajo. Por otro lado a mi madre eso le aterra. Por otro lado se lo he comentado a mi hermana y opina que estoy pasando por un momento de bajón psiquiátrico no por el trabajo, sino por la suma del trabajo con otras circunstancias y que el trabajo es una herramienta de mejora para los trastornos mentales. Por otro lado estoy de acuerdo con esto último pero sé que no puedo aguantar este ritmo más, me siento al límite, y tengo cierta sensación de ir a desencadenar un brote psicótico importante en cualquier momento. Claro que, también influye aquí el hecho de que reducir mi horario de trabajo me haría sentir culpable dado que dos personas que me quieren ya han dado a entender que no es lo idóneo (una de ellas por motivos irracionales y otra por motivos racionales). Por otro lado la médica es quien entiende y es quien me ha sugerido reducir las horas, pero claro… Mi vínculo afectivo hacia ella no es el mismo que el que tengo hacia mi familia, y no hacerle caso a ella no me supondría ningún tipo de sentimiento de culpabilidad (igual que no me lo supuso el hecho de dejar la medicación pese a que mi psiquiatra me dijera “Ya me gustaría Laura… Pero debes tomarla”). A todo esto, por cierto, es obvio que ahora sí que estoy volviendo a la medicación antidepresiva y, con suerte, si logro estabilizarme desaparecerán los síntomas psicóticos (alucinaciones). Como mínimo me alegra no haber empezado a tomar antipsicóticos.

En definitiva: a veces no me veo capaz de elegir lo que yo creo que necesito (pese a que coincida con lo que el médico piense) porque detrás de ello hay unas personas que me importan y opinan otra cosa. Y aquí es cuando me siento en un asqueroso tira y afloja que me revienta, me frustra y me produce ansiedad, ya que de hacer caso a lo que yo (quien vive el problema en primera persona) necesito, sentiría un terrible sentimiento de culpabilidad por “desobedecer” a las personas que me importan. Pero en definitiva… No puedo más, y sé que si sigo en esta situación en cualquier momento ocurrirá una “desgracia”.

Cada día me siento con menos espacio para respirar.

martes, 6 de octubre de 2015

Poder y deber

¿Que pueda aguantar significa que deba aguantar?

Estoy harta de que la gente espere de mí que pueda con todo como una presente y futura expansión de mi pasado. "Sé que puedes. Eres fuerte. Has aguantado muchas cosas". Sí, por supuesto. Gracias (irónicas) por normalizar y hacer lícito (a costa de lo que ya he vivido) que haya de tragar y tragar mierda, pese a que creas que lo que me dices me sienta como un alago (por lo de "eres fuerte" y tal). Gracias por confiar en mis capacidades. También te digo que, si hoy día me siento una infeliz con pensamientos suicidas es (en parte) por lo que he vivido. Por lo tanto considero que no es sano para nadie seguir tragando y tragando. Digamos que he cumplido el cupo y hoy día una gota de agua desborda mi vaso. "Pero si con lo mal que lo has pasado, esto no es nada". Gracias, es genial. Aquello que para una persona que anteriormente ha tenido una buena vida supone el hundimiento del Titanic, a mí me exiges que me suponga una nimiedad. ¿Cuándo va a llegar mi momento de descanso?

Siento que nadie es capaz de entender o validar que no puedo con todo por tres motivos: 1- Porque en ocasiones no puedo con algunas cosas que “todo el mundo” puede hacer con normalidad. 2- Que he sobrevivido a situaciones límite. 3- Que mi trastorno se manifiesta de manera intermitente. Por lo tanto, hay días que puedo hacer las cosas con normalidad y días en que no puedo.
Siguiendo con el tercer punto: los días o momentos en que no puedo, en lugar de tomarme un descanso procuro exigirme hacerlas pese a que las consecuencias de forzarme sean fatales. ¿Qué hace que me exija hacerlas? ¿Lo hago por mi propio bienestar? No. ¿Lo hago por sentirme realizada? No. ¿Por qué entonces? Por la presión del “qué dirán”. Jamás me fuerzo a hacer las cosas por mí, por mi propio bienestar, porque te aseguro que cuando me fuerzo a hacer algo cuando mentalmente no puedo hacerlo solo pienso en morirme. Sí, es terrible para mí reconocer algo así partiendo de la base que soy una persona que cree mucho en el poder de las personas (como individuos), en la autonomía de uno mismo, en la no dependencia… En definitiva, en hacer las cosas por y para uno mismo y no por y para los demás. Y lamentablemente soy todo lo contrario.

Siguiendo con el hilo de la cuestión… Me fuerzo a hacer las cosas porque temo la reacción tanto de personas cercanas como de personas ajenas. Y la temo porque sé que la gran mayoría no va a entenderme o creerme cuando digo que no puedo hacer algo o que si lo hago esto va a repercutir de manera fatal en mí. Que me encuentro mal, muy mal.

Sí, estoy harta o mejor dicho muy frustrada a causa de que hayan personas que todavía crean que cuando digo que estoy mal es por quejarme, por vicio. Que crean que cuando no hago algo es por vagancia y no por el sobreesfuerzo que me supone. Estoy harta de que la gente no coja un puto libro y se informe de lo que es el Trastorno Límite de la Personalidad y de que no exista todavía manera posible de que alguien se meta en mi mente. De hecho creo que esas son las cosas que más pensamientos suicidas me generan. No sería lo mismo tener mi problema si los demás lo aceptaran y entendieran de verdad, porque en ese caso tendríamos un problema y no dos (primero no poder hacer algo y segundo lidiar con la presión, decepción y mala aura de los demás si no lo haces).

Estoy harta de revolotear de trabajo en trabajo sin encontrar mi sitio, porque al cabo de un máximo de tres meses claudico ya que a partir de ahí realmente no puedo sacarlo adelante. Mejor dicho, no puedo sacarme a delante. Digamos que, a partir de ahí, el mantener mi trabajo y mantener mi bienestar o salud mental se vuelven incompatibles. Estoy harta de que cada vez que dejo un trabajo parte de mi entorno me vea como una fracasada y una comodona, y que me diga “todos trabajamos y no nos hemos muerto, ¿eh?”. Gracias, por si no tenía poco con esta mierda, ahora me siento culpable de haberlo dejado. ¿Realmente no me entiendes, no me crees, o es que te gustaría que también existiese un motivo real por el cual tú no debieras trabajar? Porque si es el último caso, te aseguro y te juro que te cambiaría mi lugar y me pondría a trabajar yo por ti. Lamentablemente necesitamos un sueldo para poder vivir y créeme que a veces me pregunto cómo cojones voy a sacar mi vida adelante. Mi vida socioeconómica paralelamente a mi vida de estabilidad o bienestar mental.

Estoy empezando a temer cómo me encuentro a medida que pasan las semanas.


Me siento con mucha presión…

domingo, 20 de septiembre de 2015

Reconociéndome

"Probablemente algo interesante pase en los próximos días (o no)"

Pues la verdad es que el hecho de que sea interesante o no lo que voy a explicar dependerá de quien lo lea, pero lo que tengo por seguro es que algo pasa y que no es algo pequeño.

Llevo más de una semana sin tomar la medicación y ha sido una semana que odiaré toda mi vida. Me he sentido (y sigo sintiendo) mal físicamente, con ganas de vomitar cada día, con mareos, con algo similar a cambios de presión en los oídos, con dolor de estómago... Pero en referencia a mi estado anímico (mental), al contrario de lo que comenté en la anterior entrada ("La verdad es que tengo una sensación de estar fuera de control que me resulta muy incómoda, pero puedo decir que no tengo ganas de suicidarme"), durante estos últimos días he tenido bastantes pensamientos de suicidio. Psicológicamente me siento totalmente anulada la mayor parte del tiempo. Durante el mismo día puedo pasar la mañana contenta, el mediodía queriendo morir y la tarde totalmente insensible (por ejemplo). Tengo unos altibajos muy marcados y un estado de ánimo realmente volátil.

En mis picos de depresión me estoy reconociendo (en tanto que volviendo a conocer), tal como cuando me descubrí al principio de conocer mi enfermedad. Independientemente de los factores existentes en la realidad se han apegado a mí (y de manera implacable) unos parásitos que se alimentan de mis ganas de acabar con todo: este enorme sentimiento de vacío, de abandono por parte de todos (lo siento), de culpabilidad, de odio hacia mí misma, de total incomprensión... Es una de esas veces que expliqué en las que tu reloj se avería y los demás siguen funcionando correctamente. Cada vez los ves más pequeños, más lejos, y cada vez tienes menos ganas y menos fuerzas para alcanzarlos. Me quedo aquí y me muero; seguro que requiere menos esfuerzo. Me siento realmente agotada tanto psicológica como físicamente.

Mi cama se ha convertido en el único lugar en el que me siento cien por cien segura y no por ello significa que me devuelva la vitalidad. Por las noches antes de dormir es como bajar al infierno y durante el día es como el purgatorio. Y es curioso decir que la cama es mi zona de confort, porque incongruentemente con esto, en mi cama las horas pasan lentas y agonizantes. Supuran paranoias desde el interior del colchón. Puedo escuchar en la mente el eco de mis pensamientos: éstos son los únicos que retumban en una habitación que, pese a ser pequeña, se vuelve enorme, oscura y fría. Suelo tener frío. Aquí puedes pedir auxilio pero por mucha gente que te rodee nadie va a escucharte. De hecho, por muchos abrazos que reciba nada ni nadie me quita esta mierda de sentimiento de soledad, y eso todavía incrementa más mi sentimiento de culpabilidad. Pienso: ¿y si soy tan mala persona que no estoy valorando como debería el apoyo que recibo? ¿Por qué no me hace efecto ningún tipo de afecto, ni siquiera el que proviene de las personas que quiero de verdad? No merezco a nadie.

Aquí empiezo a retomar el "lema" impuesto por el ser malvado que puso bajo mi piel la semilla del TLP: para vivir así, mejor beber veneno y no volver. Pensar en un futuro de este calibre me rompe. Pensar en una vida luchando contra todo esto durante cada puto día de mi existencia me puede. Un sobre-esfuerzo matador para cualquier cosa que haga, un sobre-esfuerzo por trabajar, por disfrutar un café, por mantener mis relaciones, por buscar una motivación... Es un puto sobre-esfuerzo por vivir. Sobrevivo. Bueno, en excepción de esos momentos o días en los que aparece el regalo de la estabilidad y puedo sonreír. Imaginad lo genial que resulta tener en esos momentos perspectiva de futuro, crear objetivos... Para que en unas horas o con mucha suerte en unos días todo lo positivo que has imaginado se vaya a la mierda. Mi vida se basa en momentos de estabilidad en los que me preparo y planifico mi futuro para así vivir bien, feliz, y por otro lado momentos de depresión en los que se desvanece cualquier idea de futuro porque mi vida pierde el sentido. En definitiva, lo más agradable que soy capaz de hacer es prepararme para vivir algo que nunca llego a vivir, porque por muy contenta que hoy esté, un huracán se va a llevar por delante todo esto en cualquier momento. Igual por ese motivo cuando me siento bien soy tan impulsiva y quiero hacer las cosas en el mismo momento en que se me ocurren. Entonces te dicen que las cosas se planean y piensas que para cuando llegue el día planeado, quizás no tenga ganas ni fuerzas de hacer lo que sea.

Me recuerda un poco al cuento de la cigarra y la hormiga, porque yo como hormiga trabajo y trabajo (físicamente y espiritualmente) pero en este caso para algo que, pese a que mi enfermedad no sea física, no voy a llegar a disfrutar. No tengo nada "mío". He empezado en momentos de estabilidad tantas cosas de las cuales no he tenido tiempo de aprender a fondo antes del siguiente huracán... No tengo ni una puñetera afición que pueda formar parte de mí a la hora de definirme (y no por no haber probado). He puesto fe en personas que creo que son bellas y que sé que jamás llegaré a tenerlas en mi círculo más cercano por el hecho de no poder mantener una relación como se merecen, por mis días de mierda. Todo se queda en el inicio siempre y no me queda nada. Lo único que (actualmente) mantengo es el trabajo y porque me siento obligada a ello. De hecho, me resulta muy difícil trabajar y joder, no nos engañemos, que por mucho que te guste tu trabajo a nadie le gusta trabajar 8 horas al día y menos a jornada partida. Entre semana trabajo, como y duermo. Perdón, entre semana trabajo, como, duermo y me rallo. Me rallo y mucho.

Lo que quiero decir es que es muy duro ver que a tu alrededor todo el mundo tiene su sitio y sus círculos en común para disfrutarlos juntos y tú no tienes nada de lo que disfrutar ni nada que compartir con otras personas. Y que además no logren entender esto y te digan de buena fe "¡pues búscate algo que te guste!" como si jamás lo hubieras hecho, es muy pero que muy jodido. Es un martillazo en la mente y piensas en la enorme pereza y en el disgusto que te generaría explicarle todo esto que he estado escribiendo aquí. Como no respondes con esta larga argumentación (porque además según el contexto queda fuera de lugar), te pones nerviosa y punto. Te comes el "¡búscate algo que te guste!" y se te atraganta una vez más. Pondría la mano en el fuego de que he tenido más aficiones que muchas de las personas que me han hecho comentarios de este estilo, bastantes más. No es una cuestión de encontrar ni de voluntad; es una cuestión de que en mi vida no existe la puta estabilidad para nada, no hay continuidad, no puedo disfrutar las cosas más de una semana seguida (que será una semana de estabilidad o pico de euforia). No puedo conservar NADA. No tengo lugar ni identidad.

Y ahora, perdonadme ya que no me encuentro nada bien, iré terminando diciendo que pese a tener un nudo en la garganta es fácil sonreír. Que la mejor caja fuerte es el interior de uno mismo. Es increíble cómo puedes guardar tal cantidad de enorme y asquerosa mierda y que nadie pueda acceder a ella si tu no quieres (o no puedes). Modelar tu carcasa para evitar debates desagradables. De todos modos, muchas personas tampoco lograrían entender que quieras morirte cuando ayer estuviste riéndote a carcajadas con ellos.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Tres días

No sé si es debido a mi vagancia o debido a lo que muchos (incluyendo personas que me quieren) llaman irresponsabilidad, insensatez... Quizás debido a mi tendencia inconsciente por llevar la contraria: llevo tres días sin tomar mi medicación (mi psicofármaco, mi droga legal... como le queramos llamar). Hace cuatro días que tomé la última pastilla de la cajetilla y "entre unas cosas y otras" no he vuelto a visitar la farmacia. Soy consciente que esta entrada puede traducirse en alguna regañina, mala cara e incluso discusión con mi familia, que debe estarse enterando (si leen el blog) ahora mismo. Comprensión y compasión, por favor.

Me gustaría hacer un pequeño paréntesis para decir que sí, que sé que si hubiera hecho caso a mi familia y amigos quizás hubiera podido evitar gran parte de unos malos tratos de pareja hace años; también un abuso sexual cuando tenía 13 años; que hubiera sido más feliz los domingos por la mañana en lugar de abrazarme al wc y vomitar mis penas al señor roca; hubiera aprovechado más el tiempo; no me confundirían a menudo con una rebelde adolescente y muchas personas confiarían más en mí y en mi capacidad para cuidar de mí misma. Sí, sé de sobras que he cometido a lo largo de mi adolescencia y juventud muchos errores que han destrozado parte de lo que llevo vivido y que podrían haberse evitado sólo con hacer caso a los consejos de las personas que me quieren. Lo sé más de lo que esas personas creen y temo que olvidan que el sentimiento de culpabilidad que eso me genera es difícil de trabajar. Pero aún así, tratando de quererme un poco más, hay algo que me molesta: ¿ya no tengo voz?

¿Ya no puedo fracasar más? ¿No puedo permitirme fallar como las demás personas porque ya he cumplido el cupo de errores? Hace tiempo que siento que mi margen de decisión es muy escueto, que mis decisiones no son válidas si no coinciden con la de esas personas, que cualquier cosa que salga de mi boca será juzgada como una idea sacada de la mente de una niñata. Siento que si mi vida fuera un videojuego se me habrían acabado las vidas y sólo podría permitirme el lujo de jugar siguiendo una guía. Porque cualquier decisión ajena a lo que quienes ya han sufrido por mí anteriormente encuentren inadecuada, vendrá seguida de "te lo dije", "ya ves como te ha ido por no hacer caso", "tu no hagas caso que te irá muy bien en la vida", entre otras frases y malas caras. Haciéndome sentir todavía más insegura en mi toma de decisiones y sesgando mi derecho a elegir y a equivocarme.

En definitiva y después de este largo paréntesis, es la primera vez en aproximadamente tres años que estoy más de dos días sin medicarme (por lo tanto, tomando una decisión que no coincide con la que han tomado por mí mis seres queridos) y, dejando de lado esas contradicciones sentimentales entre lo que quiero hacer y lo que dicen que debo hacer, como era de esperar, ha pasado lo que tenía que pasar: me siento tres veces más "loca" que antes de tomar mi primera pastilla, o eso creo. La verdad es que tengo una sensación de estar fuera de control que me resulta muy incómoda, pero puedo decir que no tengo ganas de suicidarme. La diferencia es que mi circulo social y mis objetivos esta vez son positivos y por ese motivo no "temo" por mi vida. Por lo tanto, esta vez y en contra de la corriente tomo mi entorno y mi esfuerzo como flotador y lo encuentro mucho más eficaz que las pastillas para no naufragar.

No puedo asegurar que todo lo que voy a contar a continuación sea debido a un síndrome de abstinencia, al resurgimiento de síntomas que estaban latentes, debido a que estoy enfermando o cualquier otra cosa, pero a ratos noto que me tiemblan los globos oculares; tengo unas ganas de explotar y gritar que me comen; me siento como si estuviera ebria; me mareo cuando miro a distintos lugares; tengo ganas de vomitar; me cuesta más de lo normal entender lo que me dice la gente; me siento disociada (https://es.wikipedia.org/wiki/Disociaci%C3%B3n_(psicolog%C3%ADa)); me cuesta identificar mis sentimientos y, por último; paso de sentirme emocionalmente eufórica a emocionalmente deprimida en unos intervalos de tiempo mucho más cortos que antes. Es un "estoy como una cabra, pero no sé cómo estoy". En todo momento pienso si alguien debe notar por mi apariencia exterior que mi mente ahora es como un abstracto potro salvaje que va a mil por hora.

Y bien, señores psiquiatras; ¿para qué sirve una medicación supuestamente temporal (la mía en principio era para tomarla durante seis meses y llevo como he dicho antes casi tres años), si una vez cesa su toma te encuentras peor que antes de iniciarla? Yo tengo la suerte de que mis factores sociales actuales han ayudado mucho a estabilizarme (dentro de mis posibilidades), ¿pero y esas personas que no lo han logrado? De verdad, ¿no os habéis parado a pensar que si dejan la medicación pueden llegar al extremo del suicidio? Puedo entender que en ciertos trastornos psicóticos como la esquizofrenia, en la cual aparecen síntomas positivos como las alucinaciones sea muy útil la medicación ya que gracias a ella estos síntomas con los cuales resulta prácticamente imposible realizar una vida normal desaparecen. ¡Ah! Y sin olvidar el alto precio que pagan por ello a nivel personal las personas que la toman, puesto a que los antipsicóticos son unos fármacos verdaderamente jodidos, con gran variedad de efectos secundarios que pueden dejar secuelas incluso una vez retirados.

Finalizando... Quisiera escribir más porque hay mucho que contar pero verdaderamente hoy me está costando estructurar todo lo que quiero decir. Probablemente algo interesante pase en los próximos días (o no). Quizás no pueda soportar mi abstinencia y corra a por más escitalopram igual que una persona con adicción a las drogas corre a por su dosis de metadona en un centro de atención al drogodependiente. Lo único que tengo claro es que no quiero cronificar mi dependencia a un medicamento y que estos tres días me están ayudando a darme cuenta de muchas cosas.

Ahora puede que vaya a recibir "bronca"...

domingo, 6 de septiembre de 2015

En bragas y camiseta

Mi estado natural mientras pulule por casa: una camiseta ancha y bragas. Hace un maravilloso día para encestar tus sucias prendas en la lavadora, ducharte, vestirte y salir. Hoy libras, ¿qué te apetece hacer?

No tengo ni la más remota idea. No estoy bien, ni estoy mal. Bueno, esa es la media estadística de mi estado, ya que cada media hora que pasa estoy arriba o abajo de esta inmensa montaña. Es algo que se veía venir, se olía, se intuía. Hoy no trabajo y mi cerebro no podía elegir mejor momento para joderme el día.

Quisiera hacer muchas cosas y a la vez ninguna. Pienso posibles planes pero a la hora de decidirme mi página mental se atasca en "cargando..." y por más que actualice no llego a ver nada en la pantalla. Estoy bastante cabreada conmigo misma puesto que sé que mañana mientras trabaje me estaré arrepintiendo de haber tirado mi poco tiempo libre a la basura. Pero, ¿quién quiere aprovechar ese tiempo libre a sabiendas de que hagas lo que hagas, hoy vas a ser un ente ausente con ganas intermitentes de meterte en la cama y dejar lo que estuvieras haciendo? Entrar bien rápido en tu infalible zona de confort alejada de todo y de todos.

Estoy triste, y puede que antes de acabar esta entrada esté eufórica. Por ahora sé dos cosas: primero; que tengo ganas de llorar, segundo; que yo sepa, no tengo motivos. Pero saber eso no me quita las ganas ni mejora mi estado emocional. Es un "ajo y agua", un "jódete", un "es lo que hay". Y lo más repulsivo, que va acompañado inevitablemente de una voz que me dice a mí misma estigmatizándome "tienes TLP". Una voz que me recuerda que estoy enferma y que quiera o no, habrán más días así. Por lo tanto, además de triste estos días me culpo por sentirme así, me enfado por sentirme así, me frustro por sentirme así y me cago en Dios por no "curarme".

A veces trato de romper mis prejuicios sobre mí misma. Imagínate, si es difícil romper tus prejuicios sobre los demás, cómo debe ser romper los prejuicios contra uno mismo, ya que ni tú misma te crees lo que tratas pensar de manera objetiva. En otras palabras, si yo quiero romper con el prejuicio de que me siento triste por culpa de mi trastorno, y me planteo "sólo es un mal día, tú misma te estás poniendo peor autoconvenciéndote de tu enfermedad" y pese a tratar de mejorar la situación y ser más positiva sigues sintiéndote mal... En ese momento ni queriendo te crees lo que te has dicho para convencerte de que puedes estar bien si quieres. Te resignas y tratas de aceptar que sí, que hay malos días, pero que lo de hoy es una crisis. Cambias radicalmente tu foco de atención para abrir un debate interno sobre el hecho de que tener un trastorno mental no es una anomalía y que no tengo por qué tratar de reprimir los síntomas que están fuera de mi alcance, sino aceptarlos y aceptarme. Que no tengo por qué odiarme por no ser capaz de hacer desaparecer algo que existe y que no puedo controlar; mis altibajos de euforia y depresión. Quizás algún día exista algún tipo de remedio para regular los niveles de serotonina del cerebro sin tener que recurrir a las drogas farmacéuticas, pero por ahora tendré que confiar en el escaso efecto positivo que me proporciona el escitalopram, así como el escaso efecto positivo que me ha proporcionado la fluoxetina o el topiramato. Y por supuesto, aceptar mis recaídas y debilidades para evitar sentirme culpable.

Esta culpabilidad también viene acompañada de un sentimiento de egoísmo. Cuando estoy así me siento muy egoísta porque, si has quedado con amigos o con la pareja, sientes que les estás arrastrando a tu pozo. Si cancelas o haces un plan en tu estado de muerto viviente, te sientes mal por no sobreesforzarte en conseguir que salga tan bien como esperabais. Piensas "le he amargado el día a esta persona". Pero de verdad que, pese a poder estar haciendo lo que más me gusta del mundo, cuando mi cerebro dice no, es no.

En resumen, hoy es uno de esos días en que "no sabes donde poner el huevo" e incluso las personas más comprensivas acaban hasta el moño de ver tu pasividad, tu indecisión y tu cara casi inexpresiva. Enhorabuena, hoy puedes frustrar y aburrir a una piedra incluso intentando no hacerlo.

lunes, 31 de agosto de 2015

Viviendo en futuro

Mi primer día de trabajo (o medio día mejor dicho) no ha sido para tanto, lo imaginaba peor. Suele pasarme a mí y a gran parte de la humanidad: sufro más por lo que imagino que pasará que por lo que finalmente sucede. Y es que tengo una tendencia obsesiva a querer tener todo bajo control, para "curarme de espanto". Imaginar todo lo que pueda pasar, "por si a caso" sale mal, que el impacto sea menor. Es como un "esto podía pasar". Un "no me va a dar un infarto si pasa algo malo, porque ya he introducido la desgracia en mi mente antes de que esta ocurra". Y la verdad es que finalmente pocas veces se asemeja a la realidad todo lo que crea mi mente y lo único real es mi sufrimiento mientras lo imagino. Porque con inercia se anticipan (prácticamente siempre erróneamente) fracasos o desgracias. El mal presagio. No recuerdo la última vez que pensé algo como "en esta entrevista de trabajo seré fluida, natural, segura... ¡Irá genial!", más bien pienso "¿y si me preguntan esto que no sé?".

Hoy he podido palpar mi angustia por la vuelta al trabajo y notar que no es patológica por ahora, que cualquier persona en su sano juicio podría tenerla. Importante es que, si te sientes mal, identifiques que tipo de malestar sientes para no llevar lo "normal" a lo patológico. Eso requiere entrenamiento. Conocerse a uno mismo requiere mucho entrenamiento. Pero estarás de acuerdo conmigo si digo que a veces poco podemos hacer por estar mejor, pero sí que podemos hacer por no empeorarlo, ¿no crees?

Esto de vivir en un futuro imaginario es de lo más cansado, frustrante e inútil. De vez en cuando hago el ejercicio mental de separar lo que pienso de lo que existe en el momento, y ayuda. Otras veces me engancho en esas dramáticas profecías y, ya pudiendo estar entonces en un enorme y agradable prado verde, consigo hundirme en la verborrea mental o llámalo mierda también. ¿Y sabiendo esto, por qué dejas que pase? No dejo que pase, simplemente pasa. ¿A quien le gusta vivir el 75% de su tiempo vital preocupado por cosas que ni siquiera han sucedido?

Esto a veces se escurre incluso en los sueños. No miento si digo que prácticamente cada semana tengo sueños en los cuales mi pareja me es infiel. Sé perfectamente que no es así y aparto cualquier pensamiento que se acerque a tal situación siendo consciente de que ésta es incongruente con la realidad. Pero si la mente consciente sigue siendo una bestia difícil de domar, el subconsciente es una bestia alada que vuela kilómetros y kilómetros por encima de ti. Así pues, muchos de mis miedos y "futuros inciertos" afloran cuando duermo. Esta misma noche he "visto" a mi pareja morreándose con un pivón e ignorándome sin motivo. De aquí saco, como muchos ya intuiréis, que soy una persona insegura y con una baja autoestima. Añado, aún así, que hay días en los que creo que puedo comerme el mundo. Días e incluso momentos de picos de euforia o en otras palabras días o momentos en los que "me flipo". Me flipo y mucho (incluso demasiado). Cada vez que escucho la palabra "intermedio" tengo que buscarla de nuevo en el diccionario. Es por eso que en días o momentos como esos puedo idear magníficos planes (¡¿cómo no he pensado antes esta idea tan brillante?!) que acabarán entre sirenas de ambulancia o de coches policiales, por ejemplo.

¿Cómo me irá esta tarde en el trabajo...?

domingo, 30 de agosto de 2015

Unas crocs para trabajar

En la anterior entrada expliqué que para mí hay pequeñas metas o cotidianidades que pueden resultar todo un reto. Hoy es mi último día de vacaciones y por lo tanto mañana empieza de nuevo mi rutina laboral que, como todo trabajo y pese a que me sienta a gusto con lo que hago, es una rutina inflexible, estricta y exigente.

Si tienes "fiebre" (un "mal día", un brote o crisis) deberás ir a trabajar de todos modos porque esto ya no es el colegio. Tal como decía, mi vida sigue igual y no puedo parar el tiempo ni romper los engranajes del día a día que con mucho cariño tiene preparado para tí este sistema: los engranajes que te empujan a trabajar para vivir y vivir para trabajar.

Dime que no es para tanto, si ya lo sé. A nadie le gusta y todos lo hacemos. Pero a esta depresión post-vacacional se le suma el pánico a averiarte en el momento menos esperado y verte obligada a forzar la maquinaria hasta que se rompa. Sin tiempo suficiente para repararla en el taller hasta la próxima sesión de trabajo. Sin tiempo a que se enfríe. Así pues, vamos a irnos arreglando sin profesionalidad, con cola blanca y lo que tengas a mano. Vamos a hacer cosas que nos hagan sentir mejor y que mantengan los parches en su sitio hasta que llegue la siguiente batalla. Vamos a tomar un café con las amigas, a hacer el amor con la pareja o cualquier cosa que nos guste. Empezarás con una sonrisa invertida y terminarás contenta y agradecida. Nadie sabrá ver la mierda que está centrifugando de manera intermitente dentro de ti y que, en cuando dejes de hacer esas cosas que te llenan, reventará en tus adentros. "Pero si ayer cuando quedamos te vi bien". Y sí, totalmente cierto que me sentía mejor ayer que hoy, pero dado que no puedo coserte a mí y que de todos modos eso sería un tanto egoísta, ahora estoy sola y las cosas cambian. Debo aprender a convivir con esto tanto en grupo como en mi intimidad, y en mi más solitaria intimidad resulta algo así como muy jodido y difícil, unos cuantos kilos de apestosa e infumable mierda. Uno de los síntomas característicos de mi "virus mental" es la dependencia (la dependencia emocional y hacia otras personas), el sentimiento de soledad, vacío y aburrimiento casi constante. Y hay veces que estos sentimientos aparecen incluso estando acompañado.

No me apetece hacer nada.

Empezando por los pies: te presto mis zapatos

Es como si tus pensamientos estuvieran escritos en varios folios y éstos se rompieran en varias partes y se mezclaran unas con otras. Es como una carrera mano a mano con el tiempo, te estancas, te bloqueas, te quedas averiado, pero el reloj sigue avanzando y los demás siguen funcionando correctamente. Que te pregunten qué te pasa y sudar cada segundo en que esperan tu respuesta, intentando rehacer el puzzle de papel donde estaban aquellos pensamientos. Sentir ansiedad al no hallar palabras. Decir que no sabes, por complacer con una mínima respuesta, que además es cierta. Fruncir el ceño enfadada contigo misma y mirar a otro lado para no ver como recibe esa contestación la persona que tienes delante. Incluso cuando te preguntan: agua o refresco? Y el tic-tac se te come mientras tomas una decisión tan sencilla y complicada para ti. 

Es como cuando quieres decir algo con mucha fuerza, explotar, pero te falta ese "algo" que decir, el contenido de tu estado por llamarlo así. ¿Una emoción? Puedo saber como me siento ahora, pero soy incapaz de estructurar una frase que defina el por qué. Mi saber está limitado a que soy consciente de que lo que sea, lo estoy viviendo al extremo del abismo. Es una lastima que el 80% de la comunicación sea no verbal y sin embargo, pese a no saber expresarlo, ni el 20 por ciento de las personas puedan acercarse a entender lo que se pasea por mis adentros. Como un ser que cuando quiere duerme y cuando quiere serpentea por mis tripas, sin importarle qué hora sea, ya que allí todo es oscuro y no se diferencia. Me muerde desde dentro para recordarme que ese es su territorio. 

Mi psiquiatra lo llama TLP (Trastorno Límite de la Personalidad o Trastorno Borderline), yo lo llamo puta mierda y algunas de mis amistades lo llaman "todos tenemos malos días". Gracias por otro lado a los que, pese a que hayan mayores catástrofes, validan los garabatos que escribe mi boca. Oye, hoy no puedo levantarme de la cama, tengo pensamientos de suicidio. "Piensa que hay gente que no tiene nada y es feliz". Estoy a cuarenta de fiebre y me encuentro fatal. "Bueno, hay gente en estado terminal". ¿Te das cuenta de que, quizá inconscientemente, con tu contestación me puedes hacer sentir culpable por sentirme así, y eso no mejora las cosas? En ese momento, además de incomprendida, te sientes la persona más egoísta y perversa del mundo, todavía menos merecedora de vivir. El "emocionómetro" está apunto de reventar y ya ni tengo ganas de explicarte aquello que antes no lograba explicarte. 

Todo esto también significa ponerte un punto en la boca, porque (a veces) sabes cual es un pequeño detonante que para ti tiene grandes consecuencias a nivel psicológico. Pongamos un ejemplo... Una o dos personas y yo estando al cargo de un niño que se pone insoportable o presenciar una discusión en la que ni siquiera estás involucrada: eso cambia mi mecanismo mental, hace cambiar mi chip y vuelven a aparecer los pensamientos desordenados y el "emocionómetro" al límite. Todo se torna oscuro y se lleva al extremo. El malestar es inaguantable. Cómo explicas que te has puesto fatal si los presentes en la situación te van a decir que eres una exagerada y una egoísta por ponerte así, cuando todos están pasando por lo mismo y se aguantan. Eso puede empeorarlo. Entonces piensas que puedes hacer dos cosas: hablar y estar mal, o callar y estar mal. Por supuesto la mayoría de las veces escojo la segunda, ya que como mucho te dirán que estas "absorta" en tu mundo y que "nunca quieres hacer nada". ¿Tú tienes ganas de hacer algo cuando estás enfermo? Yo siempre lo estoy, de una manera invisible, y me suba o se me pase la fiebre tengo que seguir mi vida. Lo que para algunos son pequeñas metas o cotidianidades para mi puede resultar un reto. A veces piensas "joder, haría lo que fuera por cambiarte un rato mi cabeza o lo que sea que me haga sentir así, solo para que me entiendas".