domingo, 30 de agosto de 2015

Unas crocs para trabajar

En la anterior entrada expliqué que para mí hay pequeñas metas o cotidianidades que pueden resultar todo un reto. Hoy es mi último día de vacaciones y por lo tanto mañana empieza de nuevo mi rutina laboral que, como todo trabajo y pese a que me sienta a gusto con lo que hago, es una rutina inflexible, estricta y exigente.

Si tienes "fiebre" (un "mal día", un brote o crisis) deberás ir a trabajar de todos modos porque esto ya no es el colegio. Tal como decía, mi vida sigue igual y no puedo parar el tiempo ni romper los engranajes del día a día que con mucho cariño tiene preparado para tí este sistema: los engranajes que te empujan a trabajar para vivir y vivir para trabajar.

Dime que no es para tanto, si ya lo sé. A nadie le gusta y todos lo hacemos. Pero a esta depresión post-vacacional se le suma el pánico a averiarte en el momento menos esperado y verte obligada a forzar la maquinaria hasta que se rompa. Sin tiempo suficiente para repararla en el taller hasta la próxima sesión de trabajo. Sin tiempo a que se enfríe. Así pues, vamos a irnos arreglando sin profesionalidad, con cola blanca y lo que tengas a mano. Vamos a hacer cosas que nos hagan sentir mejor y que mantengan los parches en su sitio hasta que llegue la siguiente batalla. Vamos a tomar un café con las amigas, a hacer el amor con la pareja o cualquier cosa que nos guste. Empezarás con una sonrisa invertida y terminarás contenta y agradecida. Nadie sabrá ver la mierda que está centrifugando de manera intermitente dentro de ti y que, en cuando dejes de hacer esas cosas que te llenan, reventará en tus adentros. "Pero si ayer cuando quedamos te vi bien". Y sí, totalmente cierto que me sentía mejor ayer que hoy, pero dado que no puedo coserte a mí y que de todos modos eso sería un tanto egoísta, ahora estoy sola y las cosas cambian. Debo aprender a convivir con esto tanto en grupo como en mi intimidad, y en mi más solitaria intimidad resulta algo así como muy jodido y difícil, unos cuantos kilos de apestosa e infumable mierda. Uno de los síntomas característicos de mi "virus mental" es la dependencia (la dependencia emocional y hacia otras personas), el sentimiento de soledad, vacío y aburrimiento casi constante. Y hay veces que estos sentimientos aparecen incluso estando acompañado.

No me apetece hacer nada.

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