domingo, 20 de septiembre de 2015

Reconociéndome

"Probablemente algo interesante pase en los próximos días (o no)"

Pues la verdad es que el hecho de que sea interesante o no lo que voy a explicar dependerá de quien lo lea, pero lo que tengo por seguro es que algo pasa y que no es algo pequeño.

Llevo más de una semana sin tomar la medicación y ha sido una semana que odiaré toda mi vida. Me he sentido (y sigo sintiendo) mal físicamente, con ganas de vomitar cada día, con mareos, con algo similar a cambios de presión en los oídos, con dolor de estómago... Pero en referencia a mi estado anímico (mental), al contrario de lo que comenté en la anterior entrada ("La verdad es que tengo una sensación de estar fuera de control que me resulta muy incómoda, pero puedo decir que no tengo ganas de suicidarme"), durante estos últimos días he tenido bastantes pensamientos de suicidio. Psicológicamente me siento totalmente anulada la mayor parte del tiempo. Durante el mismo día puedo pasar la mañana contenta, el mediodía queriendo morir y la tarde totalmente insensible (por ejemplo). Tengo unos altibajos muy marcados y un estado de ánimo realmente volátil.

En mis picos de depresión me estoy reconociendo (en tanto que volviendo a conocer), tal como cuando me descubrí al principio de conocer mi enfermedad. Independientemente de los factores existentes en la realidad se han apegado a mí (y de manera implacable) unos parásitos que se alimentan de mis ganas de acabar con todo: este enorme sentimiento de vacío, de abandono por parte de todos (lo siento), de culpabilidad, de odio hacia mí misma, de total incomprensión... Es una de esas veces que expliqué en las que tu reloj se avería y los demás siguen funcionando correctamente. Cada vez los ves más pequeños, más lejos, y cada vez tienes menos ganas y menos fuerzas para alcanzarlos. Me quedo aquí y me muero; seguro que requiere menos esfuerzo. Me siento realmente agotada tanto psicológica como físicamente.

Mi cama se ha convertido en el único lugar en el que me siento cien por cien segura y no por ello significa que me devuelva la vitalidad. Por las noches antes de dormir es como bajar al infierno y durante el día es como el purgatorio. Y es curioso decir que la cama es mi zona de confort, porque incongruentemente con esto, en mi cama las horas pasan lentas y agonizantes. Supuran paranoias desde el interior del colchón. Puedo escuchar en la mente el eco de mis pensamientos: éstos son los únicos que retumban en una habitación que, pese a ser pequeña, se vuelve enorme, oscura y fría. Suelo tener frío. Aquí puedes pedir auxilio pero por mucha gente que te rodee nadie va a escucharte. De hecho, por muchos abrazos que reciba nada ni nadie me quita esta mierda de sentimiento de soledad, y eso todavía incrementa más mi sentimiento de culpabilidad. Pienso: ¿y si soy tan mala persona que no estoy valorando como debería el apoyo que recibo? ¿Por qué no me hace efecto ningún tipo de afecto, ni siquiera el que proviene de las personas que quiero de verdad? No merezco a nadie.

Aquí empiezo a retomar el "lema" impuesto por el ser malvado que puso bajo mi piel la semilla del TLP: para vivir así, mejor beber veneno y no volver. Pensar en un futuro de este calibre me rompe. Pensar en una vida luchando contra todo esto durante cada puto día de mi existencia me puede. Un sobre-esfuerzo matador para cualquier cosa que haga, un sobre-esfuerzo por trabajar, por disfrutar un café, por mantener mis relaciones, por buscar una motivación... Es un puto sobre-esfuerzo por vivir. Sobrevivo. Bueno, en excepción de esos momentos o días en los que aparece el regalo de la estabilidad y puedo sonreír. Imaginad lo genial que resulta tener en esos momentos perspectiva de futuro, crear objetivos... Para que en unas horas o con mucha suerte en unos días todo lo positivo que has imaginado se vaya a la mierda. Mi vida se basa en momentos de estabilidad en los que me preparo y planifico mi futuro para así vivir bien, feliz, y por otro lado momentos de depresión en los que se desvanece cualquier idea de futuro porque mi vida pierde el sentido. En definitiva, lo más agradable que soy capaz de hacer es prepararme para vivir algo que nunca llego a vivir, porque por muy contenta que hoy esté, un huracán se va a llevar por delante todo esto en cualquier momento. Igual por ese motivo cuando me siento bien soy tan impulsiva y quiero hacer las cosas en el mismo momento en que se me ocurren. Entonces te dicen que las cosas se planean y piensas que para cuando llegue el día planeado, quizás no tenga ganas ni fuerzas de hacer lo que sea.

Me recuerda un poco al cuento de la cigarra y la hormiga, porque yo como hormiga trabajo y trabajo (físicamente y espiritualmente) pero en este caso para algo que, pese a que mi enfermedad no sea física, no voy a llegar a disfrutar. No tengo nada "mío". He empezado en momentos de estabilidad tantas cosas de las cuales no he tenido tiempo de aprender a fondo antes del siguiente huracán... No tengo ni una puñetera afición que pueda formar parte de mí a la hora de definirme (y no por no haber probado). He puesto fe en personas que creo que son bellas y que sé que jamás llegaré a tenerlas en mi círculo más cercano por el hecho de no poder mantener una relación como se merecen, por mis días de mierda. Todo se queda en el inicio siempre y no me queda nada. Lo único que (actualmente) mantengo es el trabajo y porque me siento obligada a ello. De hecho, me resulta muy difícil trabajar y joder, no nos engañemos, que por mucho que te guste tu trabajo a nadie le gusta trabajar 8 horas al día y menos a jornada partida. Entre semana trabajo, como y duermo. Perdón, entre semana trabajo, como, duermo y me rallo. Me rallo y mucho.

Lo que quiero decir es que es muy duro ver que a tu alrededor todo el mundo tiene su sitio y sus círculos en común para disfrutarlos juntos y tú no tienes nada de lo que disfrutar ni nada que compartir con otras personas. Y que además no logren entender esto y te digan de buena fe "¡pues búscate algo que te guste!" como si jamás lo hubieras hecho, es muy pero que muy jodido. Es un martillazo en la mente y piensas en la enorme pereza y en el disgusto que te generaría explicarle todo esto que he estado escribiendo aquí. Como no respondes con esta larga argumentación (porque además según el contexto queda fuera de lugar), te pones nerviosa y punto. Te comes el "¡búscate algo que te guste!" y se te atraganta una vez más. Pondría la mano en el fuego de que he tenido más aficiones que muchas de las personas que me han hecho comentarios de este estilo, bastantes más. No es una cuestión de encontrar ni de voluntad; es una cuestión de que en mi vida no existe la puta estabilidad para nada, no hay continuidad, no puedo disfrutar las cosas más de una semana seguida (que será una semana de estabilidad o pico de euforia). No puedo conservar NADA. No tengo lugar ni identidad.

Y ahora, perdonadme ya que no me encuentro nada bien, iré terminando diciendo que pese a tener un nudo en la garganta es fácil sonreír. Que la mejor caja fuerte es el interior de uno mismo. Es increíble cómo puedes guardar tal cantidad de enorme y asquerosa mierda y que nadie pueda acceder a ella si tu no quieres (o no puedes). Modelar tu carcasa para evitar debates desagradables. De todos modos, muchas personas tampoco lograrían entender que quieras morirte cuando ayer estuviste riéndote a carcajadas con ellos.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Tres días

No sé si es debido a mi vagancia o debido a lo que muchos (incluyendo personas que me quieren) llaman irresponsabilidad, insensatez... Quizás debido a mi tendencia inconsciente por llevar la contraria: llevo tres días sin tomar mi medicación (mi psicofármaco, mi droga legal... como le queramos llamar). Hace cuatro días que tomé la última pastilla de la cajetilla y "entre unas cosas y otras" no he vuelto a visitar la farmacia. Soy consciente que esta entrada puede traducirse en alguna regañina, mala cara e incluso discusión con mi familia, que debe estarse enterando (si leen el blog) ahora mismo. Comprensión y compasión, por favor.

Me gustaría hacer un pequeño paréntesis para decir que sí, que sé que si hubiera hecho caso a mi familia y amigos quizás hubiera podido evitar gran parte de unos malos tratos de pareja hace años; también un abuso sexual cuando tenía 13 años; que hubiera sido más feliz los domingos por la mañana en lugar de abrazarme al wc y vomitar mis penas al señor roca; hubiera aprovechado más el tiempo; no me confundirían a menudo con una rebelde adolescente y muchas personas confiarían más en mí y en mi capacidad para cuidar de mí misma. Sí, sé de sobras que he cometido a lo largo de mi adolescencia y juventud muchos errores que han destrozado parte de lo que llevo vivido y que podrían haberse evitado sólo con hacer caso a los consejos de las personas que me quieren. Lo sé más de lo que esas personas creen y temo que olvidan que el sentimiento de culpabilidad que eso me genera es difícil de trabajar. Pero aún así, tratando de quererme un poco más, hay algo que me molesta: ¿ya no tengo voz?

¿Ya no puedo fracasar más? ¿No puedo permitirme fallar como las demás personas porque ya he cumplido el cupo de errores? Hace tiempo que siento que mi margen de decisión es muy escueto, que mis decisiones no son válidas si no coinciden con la de esas personas, que cualquier cosa que salga de mi boca será juzgada como una idea sacada de la mente de una niñata. Siento que si mi vida fuera un videojuego se me habrían acabado las vidas y sólo podría permitirme el lujo de jugar siguiendo una guía. Porque cualquier decisión ajena a lo que quienes ya han sufrido por mí anteriormente encuentren inadecuada, vendrá seguida de "te lo dije", "ya ves como te ha ido por no hacer caso", "tu no hagas caso que te irá muy bien en la vida", entre otras frases y malas caras. Haciéndome sentir todavía más insegura en mi toma de decisiones y sesgando mi derecho a elegir y a equivocarme.

En definitiva y después de este largo paréntesis, es la primera vez en aproximadamente tres años que estoy más de dos días sin medicarme (por lo tanto, tomando una decisión que no coincide con la que han tomado por mí mis seres queridos) y, dejando de lado esas contradicciones sentimentales entre lo que quiero hacer y lo que dicen que debo hacer, como era de esperar, ha pasado lo que tenía que pasar: me siento tres veces más "loca" que antes de tomar mi primera pastilla, o eso creo. La verdad es que tengo una sensación de estar fuera de control que me resulta muy incómoda, pero puedo decir que no tengo ganas de suicidarme. La diferencia es que mi circulo social y mis objetivos esta vez son positivos y por ese motivo no "temo" por mi vida. Por lo tanto, esta vez y en contra de la corriente tomo mi entorno y mi esfuerzo como flotador y lo encuentro mucho más eficaz que las pastillas para no naufragar.

No puedo asegurar que todo lo que voy a contar a continuación sea debido a un síndrome de abstinencia, al resurgimiento de síntomas que estaban latentes, debido a que estoy enfermando o cualquier otra cosa, pero a ratos noto que me tiemblan los globos oculares; tengo unas ganas de explotar y gritar que me comen; me siento como si estuviera ebria; me mareo cuando miro a distintos lugares; tengo ganas de vomitar; me cuesta más de lo normal entender lo que me dice la gente; me siento disociada (https://es.wikipedia.org/wiki/Disociaci%C3%B3n_(psicolog%C3%ADa)); me cuesta identificar mis sentimientos y, por último; paso de sentirme emocionalmente eufórica a emocionalmente deprimida en unos intervalos de tiempo mucho más cortos que antes. Es un "estoy como una cabra, pero no sé cómo estoy". En todo momento pienso si alguien debe notar por mi apariencia exterior que mi mente ahora es como un abstracto potro salvaje que va a mil por hora.

Y bien, señores psiquiatras; ¿para qué sirve una medicación supuestamente temporal (la mía en principio era para tomarla durante seis meses y llevo como he dicho antes casi tres años), si una vez cesa su toma te encuentras peor que antes de iniciarla? Yo tengo la suerte de que mis factores sociales actuales han ayudado mucho a estabilizarme (dentro de mis posibilidades), ¿pero y esas personas que no lo han logrado? De verdad, ¿no os habéis parado a pensar que si dejan la medicación pueden llegar al extremo del suicidio? Puedo entender que en ciertos trastornos psicóticos como la esquizofrenia, en la cual aparecen síntomas positivos como las alucinaciones sea muy útil la medicación ya que gracias a ella estos síntomas con los cuales resulta prácticamente imposible realizar una vida normal desaparecen. ¡Ah! Y sin olvidar el alto precio que pagan por ello a nivel personal las personas que la toman, puesto a que los antipsicóticos son unos fármacos verdaderamente jodidos, con gran variedad de efectos secundarios que pueden dejar secuelas incluso una vez retirados.

Finalizando... Quisiera escribir más porque hay mucho que contar pero verdaderamente hoy me está costando estructurar todo lo que quiero decir. Probablemente algo interesante pase en los próximos días (o no). Quizás no pueda soportar mi abstinencia y corra a por más escitalopram igual que una persona con adicción a las drogas corre a por su dosis de metadona en un centro de atención al drogodependiente. Lo único que tengo claro es que no quiero cronificar mi dependencia a un medicamento y que estos tres días me están ayudando a darme cuenta de muchas cosas.

Ahora puede que vaya a recibir "bronca"...

domingo, 6 de septiembre de 2015

En bragas y camiseta

Mi estado natural mientras pulule por casa: una camiseta ancha y bragas. Hace un maravilloso día para encestar tus sucias prendas en la lavadora, ducharte, vestirte y salir. Hoy libras, ¿qué te apetece hacer?

No tengo ni la más remota idea. No estoy bien, ni estoy mal. Bueno, esa es la media estadística de mi estado, ya que cada media hora que pasa estoy arriba o abajo de esta inmensa montaña. Es algo que se veía venir, se olía, se intuía. Hoy no trabajo y mi cerebro no podía elegir mejor momento para joderme el día.

Quisiera hacer muchas cosas y a la vez ninguna. Pienso posibles planes pero a la hora de decidirme mi página mental se atasca en "cargando..." y por más que actualice no llego a ver nada en la pantalla. Estoy bastante cabreada conmigo misma puesto que sé que mañana mientras trabaje me estaré arrepintiendo de haber tirado mi poco tiempo libre a la basura. Pero, ¿quién quiere aprovechar ese tiempo libre a sabiendas de que hagas lo que hagas, hoy vas a ser un ente ausente con ganas intermitentes de meterte en la cama y dejar lo que estuvieras haciendo? Entrar bien rápido en tu infalible zona de confort alejada de todo y de todos.

Estoy triste, y puede que antes de acabar esta entrada esté eufórica. Por ahora sé dos cosas: primero; que tengo ganas de llorar, segundo; que yo sepa, no tengo motivos. Pero saber eso no me quita las ganas ni mejora mi estado emocional. Es un "ajo y agua", un "jódete", un "es lo que hay". Y lo más repulsivo, que va acompañado inevitablemente de una voz que me dice a mí misma estigmatizándome "tienes TLP". Una voz que me recuerda que estoy enferma y que quiera o no, habrán más días así. Por lo tanto, además de triste estos días me culpo por sentirme así, me enfado por sentirme así, me frustro por sentirme así y me cago en Dios por no "curarme".

A veces trato de romper mis prejuicios sobre mí misma. Imagínate, si es difícil romper tus prejuicios sobre los demás, cómo debe ser romper los prejuicios contra uno mismo, ya que ni tú misma te crees lo que tratas pensar de manera objetiva. En otras palabras, si yo quiero romper con el prejuicio de que me siento triste por culpa de mi trastorno, y me planteo "sólo es un mal día, tú misma te estás poniendo peor autoconvenciéndote de tu enfermedad" y pese a tratar de mejorar la situación y ser más positiva sigues sintiéndote mal... En ese momento ni queriendo te crees lo que te has dicho para convencerte de que puedes estar bien si quieres. Te resignas y tratas de aceptar que sí, que hay malos días, pero que lo de hoy es una crisis. Cambias radicalmente tu foco de atención para abrir un debate interno sobre el hecho de que tener un trastorno mental no es una anomalía y que no tengo por qué tratar de reprimir los síntomas que están fuera de mi alcance, sino aceptarlos y aceptarme. Que no tengo por qué odiarme por no ser capaz de hacer desaparecer algo que existe y que no puedo controlar; mis altibajos de euforia y depresión. Quizás algún día exista algún tipo de remedio para regular los niveles de serotonina del cerebro sin tener que recurrir a las drogas farmacéuticas, pero por ahora tendré que confiar en el escaso efecto positivo que me proporciona el escitalopram, así como el escaso efecto positivo que me ha proporcionado la fluoxetina o el topiramato. Y por supuesto, aceptar mis recaídas y debilidades para evitar sentirme culpable.

Esta culpabilidad también viene acompañada de un sentimiento de egoísmo. Cuando estoy así me siento muy egoísta porque, si has quedado con amigos o con la pareja, sientes que les estás arrastrando a tu pozo. Si cancelas o haces un plan en tu estado de muerto viviente, te sientes mal por no sobreesforzarte en conseguir que salga tan bien como esperabais. Piensas "le he amargado el día a esta persona". Pero de verdad que, pese a poder estar haciendo lo que más me gusta del mundo, cuando mi cerebro dice no, es no.

En resumen, hoy es uno de esos días en que "no sabes donde poner el huevo" e incluso las personas más comprensivas acaban hasta el moño de ver tu pasividad, tu indecisión y tu cara casi inexpresiva. Enhorabuena, hoy puedes frustrar y aburrir a una piedra incluso intentando no hacerlo.